Beatriz Morales - Islas al Gusto

La odisea del guagüero

Es el confidente más íntimo de la odisea de sueños que dejamos en su asiento

Beatriz Morales Fernández

Muchas veces nos preguntamos la procedencia de la paciencia en momentos de desesperación o en instantes de constante molestia, quizás la respuesta se encuentre en largas horas de meditación, en clases de yoga o en contar hasta diez eternamente mientras pasan esos minutos agobiantes o exasperantes. Sin embargo, creo que la respuesta más acertada y con total experiencia la tiene, sin lugar a dudas, la figura del chófer de nuestras guaguas. Caracterizados por ser héroes para quienes casi no llegan al último servicio, también son representantes del alivio que sentimos cuando abren sus puertas ante las lluvias torrenciales que empanan las vestimentas de quienes nos hemos sentado a esperarlos; y de la calidez que nos transmite la guagua en los días más gélidos, aunque también del sofoco en los más calurosos.

En carnavales y en las madrugadas de los domingos se metaforizan en un milagro cuando aparecen por la esquina de la calle y en la más pura paciencia debido a la escasa sutileza de quienes sienten una nocturna embriaguez y envuelven el ambiente de una tensión patente . Al final del día llegan a casa y sueñan con caminos similares a los recorridos del trabajo y, en el silencio más profundo, desean visualizar un simple gracias en los labios de los clientes que apenas cruzan una mirada con ellos. El chófer es, aunque no nos demos cuenta, el acompañante leal de nuestros pensamientos atravesando el cristal y el confidente más íntimo de la odisea de los sueños que dejamos en su asiento.

La odisea del guagüero

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