Este proceso lo ha estudiado el doctor en Historia de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Salvador Miranda. Inicialmente, apunta, la nieve se extraía de la Cueva del Hielo, cercana al pico del Teide, pero el incremento de la demanda aconsejó construir pozos de nieve en los municipios de Arafo y La Orotava.
Miranda, en el libro «Los pozos de nieve de Tenerife», subraya que los primeros yacimientos de Tenerife se construyeron en 1750 en el fondo de la Caldera de Pedro Gil, en el actual municipio de Arafo , a una altitud de 1.500 metros, y sirvió para suministrar hielo a lo que ahora es Santa Cruz de Tenerife y La Laguna, así como a La Palma y a Las Palmas de Gran Canaria.
Después, se construyó pozos en la misma zona, muy cerca del volcán de Arafo, que entró en erupción en 1706. En el siglo XIX se abrieron más en las cumbres de La Caldera, entre los picos de Ayosa y La Negrita.
En el segundo tercio del siglo XIX, explica Miranda, se construyó además los pozos de Izaña, en el municipio de La Orotava. El historiador señala que los pozos de nieve de Tenerife siempre estuvieron en manos de particulares. El suministro se arrendaba a las principales poblaciones y eran habituales las quejas de los ciudadanos por el alto precio de la libra de hielo.
Lo contrario ocurría en Gran Canaria , donde los tres pozos de nieve construidos en esta isla eran explotados por las instituciones y su precio era un 25 por ciento más bajo . Una de las conclusiones a las que llega Salvador Miranda es que el municipio tinerfeño de Arafo tiene una de las mayores concentraciones de pozos de nieve por kilómetro cuadrado de Europa. Asegura recuerda que el nombre de Nivaria, con el que escritores clásicos latinos como Plinio conocían a la isla, hace alusión a sus nieves perpetuas, y el volcán del Teide se asociaba al atlas que describió Herodoto.