Nada nuevo bajo el sol de «Insolación»
Los prejuicios y etiquetas de la España de los estereotipos más rancios e intolerantes quedan al desnudo
Nada nuevo bajo el sol. Tampoco bajo este otro sol, verdadero símbolo de todo cuanto se cuela, o debería colarse en la vida de su protagonista. “Lo que no se dice, se piensa. Y no hay nada más peligroso que lo reprimido y oculto”, decía la propia autora.
Emilia Pardo Bazán reivindicaba con esta obra de ‘Insolación’ el derecho de la mujer a decidir. Ya fuera intelectual o físicamente. Sexualmente, en este caso. Ése y no otro es, en realidad, el auténtico carácter del título. Una metáfora para otra época. Pero otra época
La propuesta teatral escenificada por María Adánez, José Manuel Poga, Pepa Rus y Chema León, bajo la dirección de Luis Luque, logra una pieza cohesionada. Un cuarteto sin fisuras que retrata bien el pensamiento retrógrado de la época, dominado por el temor a los escándalos.
Los prejuicios y etiquetas de la España de los estereotipos más rancios e intolerantes quedan al desnudo a través de una historia de amor ‘indecorosa’. Sobre todo, porque se desarrolla en tan sólo una semana.
La dama aristocrática, viuda de bien para más señas y el señorito andaluz, gaditano y mujeriego. Pero, sobre todo, sin oficio ni beneficio conocidos. Y todo ello en el Madrid de entonces, castizo pero conservador hasta decir ‘basta’. Hasta asfixiar a la propia aristocracia y a la burguesía floreciente.
Llana y directa. Con una puesta en escena sencilla y amplia para el público, consigue algunos momentos destacados. Como el de la exaltación ebria y enamoradiza de María Adánez durante el baile de San Isidro. En la pradera y bajo el sol. Al raso.
Es un pasaje de la obra especialmente resuelto por Luis Luque. En su conjunto, se trata de una propuesta teatral que resulta agradable. Puro entretenimiento.
Casi todo funciona bien en escena. Lucido el vestuario de Almudena Rodríguez. Original la escenografía de Mónica Boromello, con paneles sobre el suelo, lleno de sugerentes ondas. Un poco más pobre la iluminación, si acaso.
María Adánez es una Asís Taboada muy equilibrada. Firme y recatada, pero de dulzura suficiente para indagar en lo no permitido por el encorsetamiento social.
José Manuel Poga roza la caricatura en su papel de vividor andaluz. Y, sobre todo, Pepa Rus se revela eficaz en su triple papel de duquesa, sirvienta y posadera.
La puesta en escena de Luque es sencilla pero actual. Un escenario en dos planos que permite transiciones ágiles. Y dos tiempos también en una misma escena, usando “apartes” para que los personajes desvelen sus pensamientos.
Y sí, se asoma al problema de la desigualdad femenina. Claro. Nada nuevo bajo el sol. Tampoco bajo ese sol. Pero, superado el tiempo, no se incorpora al debate de las cuestiones más sensibles de hoy.
Inevitablemente, lleva a preguntarse si no sería mejor destinar toda clase de esfuerzos a retratar (y con ello, denunciar), los aspectos que aún hoy son una meta a conquistar hasta lograr ese 50/50 hombre-mujer.
El resto de los viajes en el túnel del tiempo sólo llevan a la auto-complacencia por los logros ya alcanzados. ¿Pan y circo?