Santiago Díaz Bravo - Confieso que he pensado

Los mundos de Meri Pita

La demagogia sale barata y se ha convertido en el medio perfecto para lograr adeptos

Santiago Díaz Bravo

Desengañémonos: el estado natural de los pueblos es matarse unos a otros . Los libros de historia son diáfanamente claros: el periodo de paz del que hemos disfrutado en Europa a partir de la década de los 40, con la única excepción de la guerra de la antigua Yugoslavia, no es sino un anómalo remanso de paz. En otras regiones del orbe no han tenido tanta suerte. La humanidad se ha pasado la mayor parte de su existencia guerreando. Sí, probablemente se trate de una clara evidencia de que el ser humano es completamente imbécil , pero es esa, y no otra, la realidad.

Y es que las cosas son como son, no como nos gustaría que fuesen. Los ejércitos no nacieron como un capricho, sino como una consecuencia originada por la necesidad . Y lo mismo ocurre con las leyes, el dinero o la policía, por citar sólo algunas de las herramientas de las que se han dotado las sociedades para garantizar la convivencia y el desarrollo. Por ello, la propuesta de una diputada de Podemos por la provincia de Las Palmas de declarar al archipiélago zona de paz y eliminar cualquier presencia militar no deja de ser una majadería que se sustenta en el querer y no poder pero, sobre todo, en una plácida adoración de los mundos de Yupi .

Nadie puede negar las buenas intenciones de la diputada Meri Pita, de la misma forma que sería plausible aprobar la erradicación del hambre, la prohibición de los veranos de más de 30 grados o la eliminación del virus de la gripe. Por pedir que no quede. Otra cosa es que la propuesta sea cabal, porque la demagogia sale barata y se ha convertido en el medio perfecto para lograr adeptos.

Que los ejércitos están lejos de ser instituciones benéficas parece más que evidente. El fin último de una ametralladora, un tanque o un avión cargado de misiles no es otro que erradicar al adversario de la faz de la Tierra. Ello no significa, sin embargo, que la historia les haya apartado de toda muestra de benevolencia. Con el uso de las armas se han cometido un sinfín de barbaridades, pero también se ha defendido a los más desfavorecidos y se ha luchado bien por el logro de las libertades , bien por su preservación. En los últimos años se ha puesto en evidencia, asimismo, la enorme capacidad de dichas organizaciones para, sin balas de por medio, hacer frente a eventos catastróficos de diferente magnitud.

Por ello, los ejércitos, sin ser instituciones de las que debamos sentirnos intrínsecamente orgullosos, forman parte de la esencia de los pueblos, quienes, paradojas de este extraño mundo, sustentan buena parte de sus relaciones pacíficas en el equilibrio militar . O lo que es lo mismo: te voy a dejar en paz, no sea que si te molesto el perjudicado sea yo. Si esa correlación de fuerzas se desequilibra, surgen los problemas. Y si los representantes públicos no lo tienen claro, el problema lo tenemos todos.

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