Santiago Díaz Bravo - Confieso que he pensado
La gran mentira
Y es que los nacionalistas, que jamás han sido gran cosa en el archipiélago si a las cifras nos remitimos, no pueden desvincularse de una trayectoria que les vincula directamente con la vieja política, con ese llamado «capitalismo de amiguetes»
En contra de lo que pueda parecer tras comprobar el enorme poder que ha acumulado a lo largo de los años, el nacionalismo jamás ha llegado a cuajar en Canarias . En el ámbito autonómico siempre ha necesitado de uno de los dos grandes partidos nacionales para formar gobierno, en ocasiones tras situarse, incluso, como segunda fuerza política; en lo local sus triunfos han tenido más que ver con la capacidad de atracción de sus dirigentes municipales que con el ideario político.
Prueba de ello es que en la mayoría de los municipios, a un rotundo triunfo en los comicios locales por parte de Coalición Canaria, o de alguno de sus partidos acólitos, le sigue a menudo un incontestable varapalo en las Generales. Y es que la mayor evidencia del fracaso de los nacionalistas a la hora de ganarse al electorado se refleja, legislatura tras legislatura, en las elecciones a Cortes, donde incluso la formación de grupo propio en el Congreso –gracias a la burda táctica de contar con el apoyo de un diputado ajeno– ha estado precedida de una sonora derrota .
Por si fuera poco, las encuestas sobre la tendencia de voto del próximo día 20 auguran un agrandamiento de la brecha entre la población y quienes se han autoerigido como adalides de la defensa del Archipiélago en Madrid.
El mensaje rancio y victimista de quien echa la culpa de todos los males a un agente externo, unido a la empalagosa canariedad de chochos y moscas de la que hacen gala los candidatos, a la que tan a menudo se suman los aspirantes de otras formaciones –da la impresión de que se sienten acomplejados ante el despliegue de afectuosidad al terruño que desborda la campaña nacionalista–, se muestra incapaz de hacer frente a la avalancha de electores que bien han decidido buscar las soluciones en otra formación política, bien han decidido que esta vez sí existen motivos por los cuales perder media hora de un domingo en visitar las urnas.
Por ello, vanagloriarse de ser la voz de Canarias en Madrid cuando, en el mejor de los casos, Coalición Canaria va a lograr un solo diputado de los 15 que le corresponden a las islas, supone un falseamiento de la verdad de tamaña envergadura que cabría incluirlo en la amplia lista de agravios sufridos por la población de las islas a manos de sus representantes políticos.
Y es que los nacionalistas, que jamás han sido gran cosa en el archipiélago si a las cifras nos remitimos, no pueden desvincularse de una trayectoria que les vincula directamente con la vieja política, con ese llamado “capitalismo de amiguetes” que tanto rechazo provoca en el común de electorado. Su tiempo, como el de otros, parece llegar a su fin.