Antonio Salazar - Impertinencias liberales
Gastar sin límite
Lo que en cualquier familia sería motivo de orgullo en nuestra clase política merece desdén
En la lógica política actual, resulta de lo más natural que los políticos deseen gastar sin límite. No disponen de más recursos porque hay un punto en que la ciudadanía, hastiada, puede rebelarse. Es cierto, lo dice la Constitución, que los impuestos no pueden ser confiscatorios, pero todos observamos cómo nuestra renta disponible, aquella que nos queda después de pagar todos los impuestos, ha descendido en estos años de crisis un 18,5 por ciento, la cifra más alta desde que existe registro, tan solo superada por la que se produjo en tiempos de la Guerra Civil. Hablan de austeridad, pero acaso quienes la sufrimos somos los pagadores de impuestos , no quienes viven de ellos, bien es sabido que apenas se ha reducido el tamaño de la administración.
Por eso, irrita escuchar a los responsables del Gobierno de Canarias hacer alusión, con cierto arrepentimiento, a su alto nivel de compromiso con los criterios de déficit. Lo que en cualquier familia sería motivo de orgullo —no gastar más de lo que se ingresa y, en cualquier caso, no seguir endeudándose—, para nuestra impagable, sobre todo impagable, clase política no merece más que desdén.
Cierto es que el Gobierno de Madrid impone unas restricciones y luego no aplica por igual un sistema de sanciones único, más bien y fiel al estilo del inquilino de La Moncloa, usa un sistema bonus-malus que no atiende a resultados sino a militancia partidaria. Ahí está la raíz de parte del problema, pero en vez de intentar cambiar un sistema de financiación autonómica endiablado, tanto que su comprensión es más difícil que la del recibo de la luz, se dedican a lamentar por las esquinas ser los «campeones del cumplimiento».
Ahora le toca el turno en la lista de las cosas que desagradan a la regla de gasto. Cualquier explicación sobre los presupuestos del año próximo lleva aparejada la referencia a tan particular chivo expiatorio . ¿Qué es la regla de gasto? Básicamente, la forma en que se ha pretendido que los gastos de las administraciones no crezcan por encima del aumento de sus ingresos, con el fin de evitar lo que ocurrió en la burbuja inmobiliaria.
Todos los impuestos que se generaban durante ese tiempo (estaban condicionados en su duración a lo que mantuviese su loca política expansiva el Banco Central) iban a consolidar gasto, que es lo que pasaría si usted, amable lector, al recibir un billete premiado de la ONCE de 30.000 euros (una sola vez) decidiese aumentar sus gastos anuales en idéntica cantidad. Una locura a la que, parece, quieren volver nuestros políticos.