Santiago Díaz Bravo - Confieso que he pensado
Con las fotos no se juega
El hospital del sur parece haber sido concebido con el único fin de que lo visiten los representantes públicos
Uno de los más desternillantes episodios de la desternillante política de este archipiélago tuvo lugar, intereses electorales de por medio, en 2003, cuando el Auditorio de Santa Cruz de Tenerife, posteriormente denominado Adán Martín, fue inaugurado en dos ocasiones. Pero lo que ocurrió entonces no fue sino una jarra de agua en mitad de un océano de vasos. Un océano que sigue igual de rebosante en estos tiempos que corren.
Representantes políticos de todas las tendencias y colores siguen matando por aparecer en los medios fotografiados junto a una obra pública o en el interior de ella. En ocasiones les ha bastado, incluso, con los planos. Menos es nada.
Inauguraciones de aceras reparadas, de rotondas, de calles reasfaltadas; plantación de árboles; pintado de fachadas; instalación de papeleras; visitas extemporáneas en compañía de la prensa para comprobar que los obreros que reparan unos socavones emplean la dosis de alquitrán adecuada. Los ejemplos se cuentan por miles y han acaecido en cada uno de los municipios de las islas, aunque justo es subrayar que se trata de una de esas costumbres que nos hacen sentir partícipes de un país donde todos somos, al menos, un poco iguales.
El último episodio de tamaño dislate ha tenido por escenario el hospital del sur de Tenerife, ese centro sanitario que parece haber sido concebido con el único fin de que lo visiten los representantes públicos, quienes a cada poco se calzan un casco amarillo y se dan un garbeo, junto a sus asesores, los fotógrafos y los cámaras, por unos pasillos en los que se supone que algún día circularán enfermos y médicos.
La vicepresidenta del Gobierno de Canarias, a quien no le hubiera costado nada avisar al presidente del Cabildo tinerfeño, principalmente porque ha sido esta última institución quien ha corrido con la mayoría de los gastos, decidió, sin embargo, que las fotos iban a ser para ella y nada más que para ella . Y con las fotos no se puede jugar. Al presidente de la corporación insular le faltó tiempo para expresarse en el sentido de que en esa foto, o aparecen los dos, o la cámara al barranco.
Y claro, como es costumbre, unos arremeterán contra los otros acusándoles de ansias de protagonismo mientras los otros les responderán que son aquellos quienes han urdido todas las artimañas posibles para que los ciudadanos, a través de unos medios de comunicación cada vez más especializados en publicar noticias que no son noticias, les identifiquen como benefactores de una obra cuya longevidad empieza a competir con la de El Escorial.
Y así siguen pasando los días, las semanas, los meses, los años. Entre estupidez y estupidez, entre niñada y niñada; entre quienes se pasan todo el día mirándose al espejo por uno de los lados y quienes lo hacen por el otro.