Santiago Díaz Bravo - Confieso que he pensado
Entre gallos
Y de repente parece haberse arreglado todo
Y de repente parece haberse arreglado todo. De un día para otro lo que se adivinaba poco menos que imposible, que el presidente del Gobierno canario se reuniese con un ministro y firmase un acuerdo beneficioso para las Islas, se cumple con creces. El jefe del Ejecutivo autonómico, Fernando Clavijo , y el ministro de Industria, José Manuel Soria –que actúa a la vez como una suerte de ministro plenipotenciario para el Archipiélago–, se comportan como si fuesen amigos de toda la vida, como si quedaran para jugar a las cartas cada fin de semana e intercambiasen todo tipo de confidencias.
El nuevo paisaje de cordialidad y diálogo, siendo, obviamente, positivo, nos muestra al mismo tiempo, con toda su crudeza, las miserias de la política. Porque si la entente a la que ahora asistimos, si esos acuerdos que hacen bien a los ciudadanos de Canarias, no se cerraron en los últimos años, se debió en buena medida a la utilización del poder como un medio para resolver cuitas personales.
La pésima relación entre el anterior presidente canario, Paulino Rivero , y Soria no le era ajena a nadie. Jamás se cayeron bien, ni siquiera cuando compartieron tareas de gobierno. Demasiados gallos para un corral tan pequeño. Pero lejos de aparcar las diferencias a la hora de enfrentar la gestión de los asuntos de interés público, Rivero y Soria, Soria y Rivero, porque resulta del todo complicado saber si fue uno de ellos el culpable o si lo fueron ambos, se esmeraron durante años en escenificar sus diferencias sin cortapisa alguna.
El diálogo entre ellos no existió, y si no hay diálogo entre dos de las principales figuras políticas de las Islas, cuyas decisiones afectan a tanta gente y cuentan con la capacidad de hacer fluir muchos millones de euros, es que no hay política. Y si no hay política, los gobiernos no tienen sentido y, por consiguiente, alguien incumple parte de sus obligaciones.
Y es que el descaro es mayúsculo, al extremo de que incluso ahora da la impresión de que se sigue empleando el poder como una suerte de venganza, como si las excelentes relaciones entre Clavijo y Soria fuesen el producto de una impostura que buscase poner en evidencia al anterior presidente, bien por parte de Clavijo, bien por parte de Soria, bien por parte de ambos.
Lo que parecía ser un logro de la política moderna, la prevalencia de las instituciones sobre los individuos, la estricta separación entre las filias y fobias personales y la defensa de los intereses comunes, no da la impresión de haberse implantado en estas Islas. El ordeno y mando porque yo lo valgo sigue estando tan tristemente vigente como antaño.