El Diablo cumple 93 años en Tijarafe, en La Palma
El temperamento mágico de las islas se muestra un año más en una fiesta canaria donde se reta al Maligno hasta vencerlo con el fin de sus llamas gracias a la Virgen de Candelaria
El Diablo ha dejado de estar suelto en Tijaraje, en La Palma. El municipio canario volvió a recibir a miles de canarios. Y también la visita del Diablo. Ha sido una noche fuego y color . Por espacio de media hora, el Diablo danzó ante miles de personas con su ritmo "titirirí ti ti, titirirí ti ti" y el estribillo tradicional de "en Tijarafe, en Tijarafe, en Tijarafe el Diablo está, y de sorpresa sale a la plaza, vamos todos a bailar".
El acto comenzó a antes de las cuatro de la mañana. Papahuevos, gigantes y cabezudos, escoltados por lugareños que llevaban instrumentos lumínicos de llamas, sacudían la plácida noche de La Palma. Llegó el Diablo. Y comenzó a bailar para deleite de los no asustadizos por el fuego . La Virgen de Candelaria salvó la situación: Se apagó el fuego. Acabó el Maligno libre en Canarias.
Luis León Barreto, escritor e hijo predilecto de La Palma, recuerda que la Fiesta del Diablo de Tijarafe cumple este 2016 una edad de 93 años . A su juicio, "es un evento original copiado en muchos pueblos de este archipiélago, lo mismo que sucede con el día de los Indianos del carnaval palmero". La víspera de la fiesta de la Virgen de Candelaria, de madrugada en la pequeña plaza del pueblo se monta un jolgorio.
"Tijarafe es un pueblo que guarda las tradiciones y por eso un joven embutido en una carcasa pesada recorre el lugar expulsando voladores, bengalas, chispas de fuego, y la gente baila sin parar . Esta fiesta, que sin duda nos recuerda los ritos levantinos de la pólvora, fue ideada por gente del lugar allá en 1923 y desde entonces no ha cambiado en su esencia", afirma Barreto, que agrega: " El Diablo plantea un desafío que siempre es repelido por la presencia de la Virgen . Al final acepta su derrota y se retira mientras repican las campanas y la gente se divierte hasta el amanecer".
Para el escritor canario, dedido a "nuestro mestizaje", los canarios "somos un pueblo con temperamento mágico" donde abundaron "los curanderos, las barajeras y las brujillas que practicaban la magia blanca o magia de sanación" . Una población que "manejaba con habilidad las plantas medicinales, ejercían la adivinación y curaban el mal de ojo y los males del cuerpo a base de rezados, frotaciones, aceites, infusiones de yerbas del monte. Somos animales racionales, pero sometidos a un cuerpo, a sus exigencias fisiológicas y a sus tentaciones".