Cuando el vino de Canarias sirvió para aliviar a las tropas de George Washington

Al primer presidente de EE.UU. no había que explicarle mucho de nuestros vinos porque como comandante en jefe ya lo consumía al menos desde 1757

Carlos Cólogan Soriano

A mediados de 1781 George Washington batallaba incesantemente contra los británicos en la Guerra de la Independencia. Fue el año clave de la guerra y cuando se desataron las batallas más cruentas y las más decisivas. Era invierno y tanto Washington como sus soldados hacían un alto en la zona de Dobbs Ferry un punto situado en la rivera del río Hudson al norte de la isla de Manhattan .

Sus tropas eran escasas y estaban maltrechas tras varios inviernos durísimos . Las epidemias habían causado muchas bajas y la diarrea mataba más que los disparos de los británicos. A tiro de piedra estaba la, por entonces, frondosa y verde península de Manhattan que, en esos días, aún permanecía en manos inglesas. Desde su puesto de vigilancia Washington cavilaba cuál sería su mejor opción para asediar a los británicos .

En medio del lodazal en el que se había convertido su campamento, el hospital de campaña ocupaba un tamaño considerable. El general William Heath , encargado de la logística del ejército, era persistente en sus peticiones pero también era un tipo sensato que empleaba muy bien los pocos fondos disponibles.

Por entonces, las granjas de las zonas aledañas a las tropas ya habían sido requisadas, obteniendo algo de carne y cereales para alimentar a los soldados. Muchos de los g ranjeros no eran ni siquiera fervientes revolucionarios pero poca opción les quedaba ante semejante tropel de soldados hambrientos. Sin embargo con el líquido elemento había un problema y es que los ríos estaban sucios y congelados y el frio y la sed hacían una pésima combinación.

El vino de Tenerife era la medicina empleada frente al ron caribeño que hacía un daño terrible a los soldados

Desde hacía días el debate entre Heath y su comandante en jefe Washington se centraba en cual era la mejor opción para dar de beber a las tropas , pero sobre todo a los enfermos que ya atestaban el hospital.

Desde el inicio de la guerra el vino era empleado como un bebedizo que servía para administrar las amargas medicinas naturales.

En algunos casos mezclaban el vino con opio para dárselo a los enfermos terminales intentando aplacar sus últimos dolores terrenales. También se combinaba con tabaco, verdegambre e incluso aloe todos ellos productos ciertamente desagradables pero que en tiempo de guerra eran considerados verdaderas medicinas.

En los duros días invernales Heath se quedaba sin opciones y solo le había dos posibilidades: O bien darles el ron caribeño incautado a los ingleses o consumir un resto de 50 pipas de vino de Tenerife que el gobierno de Massachusetts guardaba celosamente tras haberlas incautado en el puerto de Filadelfia a un comerciante. ¿Cómo llegaban esas pipas al ejército?, Muy sencillo: se las vendían los importadores de Filadelfia y Boston , muchos de ellos declarados patriotas.

No sería muy difícil fácil seguir la pista de esas pipas y conocer su procedencia pues en Tenerife se guardan aún los archivos de las casas de comercio que exportaban a las Trece Colonias en los años de la guerra.

No eran más de cuatro empresas las que lo hacían y éstas siempre eran del Puerto de la Cruz. El vino, se embarcaba en el muelle de este puerto y salía rumbo a las colonias en navíos relativamente pequeños. Estos solían dejar antes en la isla las duelas de roble americano con las cuales elaborábamos nuestras pipas y mediante este trueque las intercambiábamos por vino.

Cuando el vino de Canarias sirvió para aliviar a las tropas de George Washington

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