Gustavo Reneses - Babilonia en guagua
La conjura
Nos seducen a cambio de un voto. Seremos los que pagan y callan
En estos días azules de diciembre, si hay algo que nos queda claro a los puretas de mi generación es que este mes es un auténtico latazo. Una penitencia para atravesar de rodillas. Y que además, no se alivia, cada vez alguien busca algo para hacerlo peor.
La cosa comenzó hace muchos años con las puñeteras maratonianas muñecas de Famosa que se dirigían al portal para hacer llegar al niño su cariño y su amistad. La cosa no mejoró con el tiempo, con las nuevas tecnologías llegó Edu y su martirizante felicitación: “Hola soy Edu, Feliz Navidad”. ¡Qué necesidad!
Sin contar con el condenado décimo que te endiña el del bar del desayuno, el obligatorio -por prevenir el remordimiento- con los compañeros de oficina, el de los colegas de toda la vida, el de los conocidos que no sabes en qué momento de tu vida los conociste, el que compartes con tu suegra, el que compras en medio un viaje de verano por si cayera allí, el de la estación de guaguas, la participación de un céntimo con la ONG del barrio, la cesta de Navidad (otrora hartanga) de la asociación de vecinos en combinación con un número de la ONCE que nunca te acuerdas de mirar. Cualquier excusa es buena para soltar pasta a cascoporro. Sin segundas eso último.
Diciembre es un mes en el que todos se conjuran para desearte la felicidad a base de sacarte los cuartos y de quicio a partes iguales. Va a ser todo producto de una conspiración para obtener éxtasis a costa del prójimo.
Sin ir mas lejos, los del 20D no dejan pasar un desayuno sin que nos atragantemos. No por lo que dicen, que ya estamos vacunados, sino por las encuestas milimétricas que ahondan en nuestro susto diario. Vale cualquier excusa: el debate a cuatro, a nueve o a dos. También cuando uno suda, cuando otro se deja la barba dos días, cuando al de más allá se le mueve la corbata hacia la derecha, cuando recula, cuando le ayudan a recular, cuando se empujan en el recule. En definitiva, es un sin vivir diputado arriba, diputado abajo. Hay horcas y horquillas para todos los gustos.
Con eso de las últimas horas y la ley seca en lo referente a datos, está de moda regresar a Andorra para consultar el precio del café, cualquier aparato de electrónica, pero sobre todo de las encuestas, sin las cuales nuestra existencia no tendría sentido. Allí las cuecen con puntualidad meridiana. Además como es ilegal en nuestra patria, siempre da morbillo volver a sintonizar digitalmente la Pirenaica.
Pero la magia del plomo no es eterna, exactamente dura hasta el día de Reyes, aunque quizás este año un poco más, justo hasta la toma de posesión del nuevo gobierno. Con los más que previsibles pactos a saber hasta cuándo se prolongará.
Aunque una cosa es segura, el resto del año volveremos a ser los anónimos individuos de siempre. Los que no nos dedican sonrisas para comprar, ni los que nos seducen a cambio de un voto. Seremos los que pagan y callan. A los que no nos guiñan un ojo al hipotecarnos a cómodos plazos para sobrevivir en un mundo donde eres tanto como lo que puedes pagar.
Buenos días, y por si no volvemos a vernos: Buenos días, buenas tardes y buenas noches.