Jorge Isiegas, en el punto de mira de los aficionados aragoneses

El novillero, triunfador en la pasada Feria del Pilar, ha puesto su carrera en manos del empresario y apoderado Ignacio Zorita

ÁNGEL GONZÁLEZ ABAD

Desde la pasada Feria del Pilar, los aficionados aragoneses tienen nuevos y renovados motivos para ilusionarse con un torero. Como en tiempos de Villita, o de Herrerín y Ballesteros; como con Villalta, y después con Fermín Murillo y Antonio Palacios; como con Raúl Aranda y años después con El Tato.

Con todos ellos vibró la plaza de la Misericordia, con todos y con muchos más que alegraron el alma de la afición en un coso que siempre tuvo la vocación decidida de lanzar jóvenes toreros al panorama nacional.

El pasado 8 de octubre, en la apertura del ciclo pilarista, el novillero Jorge Isiegas sorprendió a todos con una firme actuación ante los santacolomas de Los Maños. Cortó una oreja a su segundo, que pudieron ser más, un trofeo con mucho peso que dirigió la atención del mundo del toro hacia Zaragoza y hacia la figura de joven torero zaragozano. Una oreja que supo a triunfo, porque desde que se abrió de capote dejó constancia de que venía para quedarse, de que su apuesta era fuerte.

Aquel día se dio a conocer, fue su puesta de largo tras años de aprendizaje en la Escuela de Tauromaquia de Madrid y en algunas novilladas por la Sierra madrileña. Zaragozano de nacimiento, con sangre de torero en sus venas, se apuntó a la Escuela a los 14 años y allí estuvo hasta los 18. Después a volar en solitario con toda la dureza que es conlleva. Apenas un puñado de festejos y la oportunidad de anunciarse en su plaza en la Feria del Pilar con 21 años.

Aquel 8 de octubre hubo un recuerdo especial para su abuelo. Octavio Isiegas, novillero que en los años cuarenta también ilusionó a la dura y entendida afición zaragozana de entonces. Hubo triunfos, pues hasta llegó a cortar un rabo en la plaza de la capital, y aunque su estrella se fue apagando, no así su afición. Eran aquellos cuarenta tiempos de muchos festejos menores, tiempos de nombres emblemáticos en la historia del toreo aragonés. A Octavio le acompañaron muchas tardes en aquella década de ilusiones. Manolo Valero, Melchor Soria, Gabriel Pericás, Susoni, Blanquito, Antonio Luque, Curro Relámpago, Chicote, Cubanito... copaban los carteles.

Así, el éxito con la novillada de Los Maños le ha abierto, entreabierto más bien, puertas a la esperanza. Todo lo realizado en el ruedo misericorde se ha analizado y valorado por el entramado taurino que ha visto en el joven diestro posibilidades ciertas de avanzar en tan difícil carrera. Y no han sido pocos los que han puesto su mirada en Isiegas, que hace unos días selló apoderamiento con el empresario y apoderado aragonés Ignacio Zorita. La unión con Zorita, rubricada con el clásico apretón de manos que sella los contratos en el mundo de toro, supone que esas puertas entreabiertas se plasmen en nuevas y numerosas oportunidades.

La experiencia taurina de Zorita -empresario de varias plazas como Zaragoza, Vista Alegre o Huesca, y apoderado de toreros como Curro Vázquez, Jesús Millán, Leandro Marcos o Morenito de Aranda- se une a su sensibilidad como aficionado. El recuerdo de la ilusión que en los ochenta generó otro novillero aragonés, Raúl Zorita -el hijo de Ignacio-hacen que en la mirada del apoderado se hayan vuelto a encender luces de ensueño.

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