Tribunales
Cuarenta años de cárcel para un jubilado por matar a martillazos a su esposa
El hombre intentó asesinar de igual forma a dos de sus hijos. El jurado no ha visto ensañamiento en este crimen
Faustino S. S. es un jubilado de 74 años que acaba de ser condenado a pasar 40 en la cárcel por un brutal crimen que cometió el 8 de mayo de 2016. Aquel domingo de hace dos años mató a martillazos a su esposa, Rosario, y lo intentó de igual forma con dos de sus tres hijos , que sobrevivieron pese a las graves heridas.
El acusado ha reconocido en todo momento los hechos, así que lo que quedaba por dirimir era el alcance de la condena a partir de la tipificación penal concreta que se hiciera de lo ocurrido. Al final, ha sido condeando por un delito de asesinato consumado y por otros dos de asesinato en grado de tentativa, con las agravantes de alevosía y parentesco, pero también con las atenuantes de alteración psíquica y de reparación del daño, dado que avanzó el dinero para afrontar las reponsabilidades económicas derivadas del crimen.
El jurado, sin embargo, no ha visto ensañamiento en los reiterados martillazos que el acusado propinó mortalmente a su mujer y que asestó a dos de sus hijos. Por ello no se le ha aplicado esa agravante en la sentencia.
Cuando se produjeron los hechos, la esposa estaba en tratamiento oncológico por un cáncer de mama. Como de costumbre, aquel domingo el matrimonio fue a recoger a su hijo Emilio a la residencia en la que estaba interno, debido a la severa discapacidad intelectual que padece -de más del 80%-. Los tres fueron al domicilio familiar del zaragozano barrio de Santa Isabel para comer y pasar juntos en casa ese día de domingo.
En un momento dado, sin que su esposa pudiera reaccionar, el marido le propinó repetidos golpes con un martillo de albañilería -los conocidos como macetas-. La esposa quedó en estado crítico y falleció escasas horas después en el Hospital Miguel Servet de Zaragoza. Tras machacar el cráneo de la esposa, el acusado la emprendió a martillazos con su hijo discapacitado.
Tras ello, llamó por teléfono a otro hijo, al que le dijo que su madre estaba vomitando, que se encontraba mal, y le pidió que acudiera. Cuando llegó, el padre le esperó con lejía. Nada más entrar en la casa se la echó a la cara y la emprendió también a martillazos. Le alcanzó el cráneo, pero el hijo pudo zafarse.