Manuel Marín - ANÁLISIS

Votantes contra militantes

Manuel Marín

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El PSOE tiene desde ayer otro elemento de juicio para diferenciar entre militantes del partido y votantes, y para concluir que si quiere volver a gobernar siempre será más racional convencer al simpatizante socialista que no paga la cuota que al militante de base que sí la paga pero huye de la moderación, y de un concepto de la socialdemocracia alejada del extremismo populista.

El afán del nuevo PSOE que surja de sus primarias y de su congreso federal no podrá ser en exclusiva satisfacer a sus 180.000 militantes, sino dar cabida a las expectativas de recuperación anímica que 5.424.709 españoles depositaron en él en junio del año pasado. Huir de la lógica no tiene sentido porque cada vez es más evidente que una parte sustancial del electorado útil del PSOE no tolera la radicalidad con que públicamente se maneja su militancia. Y que la intransigencia de su maltrecha militancia puede conducir al PSOE a convertirse en una formación residual subordinada a Podemos y sin atractivo alguno para el votante socialdemócrata más centrado, capaz de asumir como naturales los pactos puntuales con la derecha.

Por eso, el sondeo del CIS dado a conocer ayer afianza la teoría de que la decisión de la gestora socialista de respaldar la investidura de Mariano Rajoy, negociar el techo de gasto, o alcanzar acuerdos sobre la LOMCE, la «pobreza energética» o el paro juvenil, refuerza al PSOE frente a la política de vetos sectarios, el cordón sanitario a la derecha o el «no es no» obsesivo.

El ruido interno en el PSOE es tan ensordecedor como tóxica su atmósfera. Pero fuera de él ebulle un votante que sí parece haber pasado la página de Pedro Sánchez y demanda un liderazgo ajeno a la sobreactuación sectaria, las cesiones al independentismo o la entrega gratuita de relevantes alcaldías a Podemos. No es gratuito que Javier Fernández sea el líder más valorado de los cuatro grandes partidos, ni es casual que se empiece a castigar la imagen mesiánica de Pablo Iglesias y a resentir su liderazgo interno. La izquierda empieza a recolocarse.

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