Los voluntarios del 8-O: «Fue un servicio a nuestro país»

Más de 350 personas ayudaron a organizar la manifestación de Barcelona

Un cartel con '' Las calles son de todos'' recorre la manifestación del domingo en Barcelona EFE

Anna Cabeza

La emoción compensa todo el cansancio, que no es poco. La masiva manifestación del pasado domingo en Barcelona fue un éxito gracias a la entrega de más de 350 voluntarios que lo dieron todo con la única ilusión de que de una vez por todas la mayoría silenciosa tuviera voz. Todavía con horas de sueño por recuperar, las piernas resentidas y una inmensa sonrisa, los organizadores de la cita explican a ABC sus sentimientos 24 horas después.

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« Se montó todo con muy poco tiempo », relata Ana Losada, miembro de Societat Civil Catalana (SCC) y coordinadora de voluntarios el 8-O. La entidad, de hecho, quería hacer algo el 1-O, coincidiendo con el referéndum ilegal, pero se descartó por el riesgo de conflictividad ese día en la calle. Un día después, el lunes por la noche, se decidió organizar la marcha.

El Ayuntamiento de Barcelona no se lo puso fácil. «Como siempre, ponen muchas dificultades a nuestros actos », comentan. El líder municipal del PP, Alberto Fernández, y el sindicato de funcionarios CSIF denunciaron ayer que no se hubiese reforzado el transporte público ni puesto más efectivos de la Guardia Urbana. A pesar de las trabas, SCC consiguió los permisos y el operativo se preparó contra el reloj. El viernes más de 350 personas de todas las edades y estatus se reunieron para recibir las últimas directrices y tareas. Repartidas las responsabilidades, solo quedaba levantarse pronto el domingo.

«Soy de SCC desde que se fundó y hasta ahora nunca había recibido mensajes de agradecimiento», relata Ana, que también destaca que hace tiempo que veía a mucha gente desanimada «que ha vuelto a recuperar la fe» y creer que es posible resolver el conflicto.

Lloros y agradecimientos

Los voluntarios durmieron poco. «El domingo a las ocho ya estábamos en el centro», comenta Ana. Para ella, lo más difícil fue introducir las pancartas de la cabecera así como las grandes banderas. SCC tiene una «senyera» de 50 metros de largo -que ya han usado en otros actos- y además un ciudadano les prestó una enorme bandera española. Más allá de los nervios previos, todo son buenos recuerdos. Lo mejor, coinciden, son los abrazos, lloros y agradecimientos que se dieron y recibieron, también por parte de desconocidos.

Además, repartieron «merchandising»: 4.000 «senyeras», 2.000 banderas españolas, otras 500 europeas y 4.000 abanicos con las dos enseñas. Tampoco fue fácil, dado que lo habían previsto repartir cerca de la cabecera, que estaba a rebosar horas antes del inicio de la marcha. María José Argerich, enfermera de Sant Cugat, coordinó estos repartos y recuerda cómo espontáneamente mucha gente les ayudaba . A las once, con tiempo de sobra, ya estaba todo distribuido. «No me quedé con ningún abanico, porque di el mío con todo cariño a una familia. Pero mi mejor recuerdo es el éxito de la manifestación», afirma.

Chari Gálvez, profesora de instituto, se encargó de colocar en puntos estratégicos globos lilas que ayudaran a controlar y marcar el recorrido desde la distancia. «Quedamos atrapados en Via Laietana y no funcionaban los móviles, pero pudimos llegar al escenario. Fue todo espectacular, increíble», relata.

La organización también fletó 52 autocares procedentes del territorio catalán . No vinieron más, explican, porque notaron «boicot» por parte de algunas empresas que les pusieron trabas a su alquiler. SCC no sabe cuántos llegaron del resto de España, porque muchos vinieron por su cuenta. Sí que organizaron, eso sí, once autocares de su sección de Madrid. Javier ayudó en su organización y viajó en uno de los vehículos. «Yo creo que todavía no somos conscientes de lo que hicimos», explica a ABC. Él y sus amigos, además, organizaron un grupo de whatsapp para conectar a madrileños que quisieran acudir a la manifestación con barceloneses dispuestos a darles cobijo.

«Conseguimos una proximidad con Cataluña alucinante y creo que nos hemos dejado mucha fuerza, energía y apoyo», sentencia Javier, que defiende que al fin y al cabo, y como madrileño con raíces catalanas «el motor que me movió es mi familia. Ayudar y estar allí era mi obligación. Fue un servicio a mi país».

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