Mayte Alcaraz
De Vistalegre a la Caja Mágica (y viceversa)
Pides al taxista que te lleve a Vistalegre y te pregunta que en qué puerta del Corte Inglés te deja. Anuncias a otro del gremio que tu destino es la Caja Mágica y su sagaz reflexión sobre la asombrosa recuperación de Rafa Nadal solo puede tener una explicación: cree que te lleva a un partido del manacorí contra Federer. Era difícil imaginarlo pero hay españoles que no saben en un fin de semana de colesterol político alto , con cónclaves del PP y de Podemos y un simulacro de Susana Díaz, que los políticos están que lo tiran: adhesiones, broncas, enmiendas, ponencias, documentos, candidaturas, votaciones y catering (o lo más parecido) recalentado.
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Después de vagar de Congreso en Congreso lo primero que te preguntas es si Manuela Carmena nos bajará los impuestos tras hacer el agosto con los partidos este fin de semana. Bueno, y con la Pantoja, que llenó el Palacio de los Deportes. El gasto en la Caja Mágica, Vistalegre y en el estadio de la plaza de Felipe II han debido llenar las arcas madrileñas de buenos euros que, témome, no se notará en el IBI. Y si no, al tiempo. La anfitriona, cara amable que buscó Podemos para quitarle Madrid al PP, no va ni se le espera a Carabanchel. El todopoderoso Iglesias, con el 60% de la dirección, quería mandarla a negro con Errejón. Y ahora, el que se irá a negro será Errejón.
Gorilas intercambiables
Podemos y el PP han echado el resto en seguridad. Los gorilas de la entrada son intercambiables. Porque, aunque los populistas vayan de anticapitalistas y ácratas, cuando se trata de evitar sustos los de izquierdas se hacen súbitamente de derechas y grandes hombres de orden. Más de cien voluntarios y decenas de policías velan por la seguridad podemita. Como en el Congreso del PP, aquí también hay dispositivos del Samur en la puerta. A pesar de las malas lenguas, no han sido llamados para evitar que Errejón hiperventile tras conocer las votaciones, sino para atender cualquier imprevisto entre el público. Entrar en la antigua plaza de Vistalegre requiere de invitación tramitada por internet y la consigna del señor de la puerta, con chaleco nazareno, es clara: si no hay entrada, hay que esperar a las cinco de la tarde, del sábado (por algo estamos en un coso taurino), para ver si hay muchos que se rajan. El partido de Rajoy en eso está más avanzado (y requiere de ojos más avezados). No entra en la Caja Mágica quien no muestra en su móvil un documento que acredite que el portador está autorizado. Todavía le escuecen los ojos al controlador del PP, ahíto de escrutar las diminutas pantallas de los móviles.
Las sillas no son el fuerte del partido morado. Tampoco es que el PP haya tirado la casa por la ventana en mobiliario, pero Cospedal por lo menos ha elegido unos asientos tipo Ikea que dan el pego. Sin embargo, las sillas-jardín de Vistalegre parecen recicladas de la terraza de un apartamento en la playa. Tantas horas escuchando discursos como balas entre Iglesias y Errejón bien valía haber cuidado los riñones del respetable. La lluvia es democrática así que iguala, como solo el sueldo público puede hacer, los paraguas de Carolina Bescansa y Esperanza Aguirre. Una de rojo y otra de amarillo como alegoría de la bandera que cuesta ver -vamos que no se ve- en la Asamblea ciudadana. Allí son más de ikurriñas y boinas del ché . Sin embargo, los populares presumen de enseña nacional hasta en la muñeca de cientos de compromisarios. Y eso que falta José María Aznar que las llevaba como nadie.
La cómida tampoco es el fuerte de los dos cónclaves. Explicable: si en el estadio situado en el distrito de Usera se juega al tenis y en la antigua plaza de «la Chata» ahora se toca rock, no es justo exigir trufa blanca. En el buffet del PP, por 18 euros que vigila Montoro, brillan las ensaladas y la pasta y no falta una coca-cola con la que refrescar el gaznate. En el cónclave de Podemos son partidarios de la pepsi (con esa manera tan suya de ideologizar hasta las burbujas), y de repartir papeletas que rezan «bebida, comida y música». De lo primero y lo segundo, mejor no hablar. De lo tercero, va en gustos y en capacidad de resistencia auditiva al martilleo de L’Estaca, de Llach. El lenguaje corporal mientras todos se abrazaban ayer lo decía todo. Lo bueno que tiene Podemos, a diferencia del PP, es que junto a los reyes vencedores y monarcas vencidos, hay reinas destronadas y soberanas coronadas: Irene Montero, Rita Maestre, Tania Sánchez... El Gotha de Vallecas es un chollo para cronistas.
Hay que reconocer que Iglesias no tiene precio como pitonisa . Eligió la fecha que coincidía con la de Rajoy para darle en los morros con su transparencia y unidad y terminó hablando del presidente desde la tribuna para disimular el mal rollo con su amigo de la Facultad. Captar una sonrisa entre los dos hasta el importado abrazo final ha sido más difícil que ver compartiendo un pincho de tortilla en la Caja Mágica a Cospedal y Sáenz de Santamaría. A la cara de mal café de Monedero, hasta que dio la vuelta al ruedo ayer al ver ganador a Iglesias, solo le hubiera podido dar réplica la de Aznar escuchando a Rajoy. Pero no pudo ser.