Luis Herrero

Lo viejo y lo nuevo

Esta semana ha sido -de lunes a sábado- el escenario diario de una escalada de descalificaciones públicas entre pablistas y errejonistas más propia de una merienda de negros que de un simposio de sabios.

Luis Herrero

Las fechas de hoy y mañana, sábado y domingo, estaban marcadas con círculos rojos en el almanaque porque, según las previsiones, iban a poner de manifiesto las diferencias que existen entre la nueva y la vieja política. Lo que estaba previsto es que, a estas horas, la ilusión bullanguera, innovadora y participativa de los congresistas de Podemos hubiera puesto en evidencia, por contraste, la rutina silenciosa, rancia y obediente de los congresistas el PP. De Vista Alegre debían proceder los himnos jubilosos. De la Caja Mágica , los funerarios. Las expectativas, sin embargo, sólo se han cumplido en parte. El silencio, la ranciedad y la mansedumbre de la derecha no ha sido acallada por el entusiasmo renovador de la nueva izquierda, sino por el llanto y los mandobles de su refriega.

Esta semana ha sido -de lunes a sábado- el escenario diario de una escalada de descalificaciones públicas entre pablistas y errejonistas más propia de una merienda de negros que de un simposio de sabios. Iglesias está empeñado en trazar sobre el suelo una raya de cal viva que se convierta en frontera infranqueable con el PSOE. Errejón, en cambio, quiere establecer con él un vínculo ecuménico que le permita salir de la trinchera de la radicalidad y avanzar hacia el poder. No sé si hay trasfondo ideológico en esa disputa. Algo de marxismo-leninismo versus querencia socialdemócrata, tal vez. Acaso. A lo sumo. Pero poco. Lo que hay sin duda es un estilo de combate -de piedras, rayos y hachas estridentes, diría Miguel Hernández - que convierte a lo nuevo en ancestro de lo arcaico.

Tratando de hacer de la necesidad virtud, Iglesias dijo el otro día de que esa manera tan transparente y sincera de dilucidar las diferencias políticas en público, sin máscaras ni cataplasmas, forma parte de un nuevo estilo político que refleja la autenticidad con que Podemos afronta sus debates internos. Ignoro si se cree lo que dice. Si ese fuera el caso, si de verdad creyera que la retransmisión de la guerra en directo es un hecho distintivo de la modernidad, le invito a que rememore lo que ocurrió en el Comité Federal del PSOE del 1 de octubre. Le será difícil emular algo más moderno que aquello. Si lo nuevo es el cainismo, que revise sus clichés: no sólo es que el PSOE no sea parte de la vieja política, es que es parte de la novísima.

Una de las andanadas de última hora con que Iglesias ha querido partirle una ceja a Errejón ha consistido en decirle que el PSOE que tanto requiebra es el mismo que le ha abierto las puertas del Gobierno a Rajoy. Falso de toda falsedad. Quien le abrió a Rajoy las puertas de La Moncloa fue él en persona. Si el Iglesias incontestado de las elecciones de diciembre -más de un millón de votos más fuerte que el Iglesias maltrecho de las elecciones de junio- hubiera querido al PP en la oposición, le hubiera bastado con abstenerse en la investidura de Pedro Sánchez y Rajoy no estaría ahora recibiendo la pleitesía faraónica de los suyos en la Caja Mágica, sino recostado en el túmulo de los cadáveres políticos presidiendo la ceremonia mortuoria de su propio entierro.

El PP no debería olvidar que estuvo sólo a un cuarto de hora de cocerse en la salsa de sus propios errores: desnutrición ideológica, incumplimiento electoral, esclerosis organizativa, inacción anti independentista, corrupción a granel… Si Iglesias no le hubiera dado vidilla a Rajoy apuñalando a Sánchez, ahora estarían los suyos rasgándose las vestiduras por haber dejado que los males del cesarismo les condujeran al averno. ¿Y qué ha pasado exactamente para que no sea así? ¿Acaso aquellos errores han desaparecido del pliego de cargos de la última legislatura? ¿Han hecho algo para examinarlos, reconocerlos y repararlos? ¿Sirve este Congreso para algo así? ¿Entonces, a qué viene este grosero ejercicio de autosatisfacción?

Pincho de tortilla y caña a que este fin de semana no veremos la pugna entre lo nuevo y lo viejo, sino entre lo viejo y lo prehistórico, entre el cainismo y la soberbia. Dos conductas tan antiguas que aparecen, a la vez, en el relato del Génesis.

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