La vida tardía
Marta Rovira conoció Europa en viajes organizados
Marta Rovira (Vic, 1977) llegó tarde a la vida y aunque se ha dedicado con esfuerzo y pureza a su gran apuesta por la independencia, demasiada mediocridad la ha acabado ahogando en la orilla. Oriol Junqueras la convirtió en su mano derecha tras años de cargos menores y de vivir en su burbuja localista. Acento físico, acento moral: casi ninguna experiencia en el sector privado si descontamos el tiempo en que trabajó en un menor despacho de abogados. No ha pagado ninguna nómina, no ha dirigido ninguna empresa, su concepción de lo que es un Estado es remota e ilusoria, Europa la conoció en viajes organizados.
Al frente del partido ha mantenido prietas las filas al servicio del líder. Controla su grupo parlamentario con autoridad y mala leche cuando conviene. Fue quien con más vehemencia defendió el 1 de octubre cuando hasta Junqueras dudaba y Convergència buscaba la manera de desviar el tiro hacia unas elecciones anticipadas de retórica otra vez plebiscitaria.
Es más lista de lo que a veces parece y durante los preparativos del referendo y de la posterior declaración de independencia le vio las costuras a su mentor y las tripas a la política catalana. En lugar de asumir lo que perfectamente entendió -que es que la independencia de Cataluña no es imposible por «culpa de España» sino porque los propios líderes del independentismo no la quieren y sólo intentan mercadear con ella- se dejó llevar por su ciega fe y forzó tanto a Puigdemont como a Junqueras para que se mantuvieran firmes, de modo que además decepcionada por el ridículo que han hecho se siente en parte culpable de que uno esté en Bruselas y el otro en Estremera.
Los sentimientos de culpa son muy particulares pero lo cierto es que Rovira sabía que no había nada preparado ni voluntad en los líderes de meterse en más líos de los que pudieran controlar. Su decisión tan mediocre de pretender que disimulando las carencias éstas no aflorarían, se parece a la de haber aceptado a Carme Forcadell, tras su papelón ante el Supremo, en la candidatura de ERC para las elecciones del mes que viene.
Marta Rovira encarna la continuidad del empeño de la Cataluña interior a la vez que demuestra que desde la tribu profunda uno no puede ni remotamente llegar a comprender cómo funcionan los sistemas de poder que hacen que seas alguien en el mundo o que ni tú mismo acabes reconociendo la fantasía de tu república.
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