Víctimas del GRAPO, las grandes olvidadas
La organización dejó 93 muertos y 95 heridos en tres décadas. El diez por ciento del rostro del terror. Casi nadie las recuerda
Mayte Cabezas se enteró de los juicios por el asesinato de su padre en la Prensa y del traslado a Galicia de uno de los asesinos, Fernando Silva Sande, por televisión. «Lo que más daño me ha hecho es que nadie nos ha informado nunca de nada». Tenía 18 años cuando los Grapo asaltaron una sucursal del Banco de España en el centro de Santiago y acribillaron a tiros a su padre, el guardia civil Pedro Cabezas y al compañero de éste, Constantino Limia. Fue el 10 de marzo de 1989. El miércoles se cumplieron 32 años.
Nadie, salvo sus familias, conmemoró el día en que la vida de todos ellos saltó por los aires. «Las víctimas del Grapo son invisibles y las gallegas lo somos más aún», cuenta Mayte entre la desesperanza y la rabia.
Está acostumbrada, pero le duelen las promesas que no acaban de cuajar. Una en concreto: la que les hizo a ella y a los hijos de Limia el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, hace justo dos años. Cuando se cumplieron 30 del atentado (un atraco con el fin de recaudar fondos para la organización terrorista), se descubrió una placa en el lugar y Feijóo se comprometió a aprobar una ley para las víctimas del terror en Galicia. «Estamos expectantes porque es la palabra de un presidente. Esperemos que salga antes del verano, si hay voluntad real».
Entre 1975 y 2006 los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre asesinaron a 93 personas e hirieron a otras 95, según datos de la AVT, algo más del diez por ciento del total de víctimas en atentado terrorista: 10.414 entre muertos y heridos. Ese diez por ciento está huérfano de ley regional. Y como ellos otras seis comunidades autónomas. Diez sí la tienen: Andalucía, Aragón, Castilla y León, Madrid, la Comunidad Valenciana, Extremadura, La Rioja, Navarra, País Vasco y Murcia.
El objetivo es que todas las regiones cuenten con una y que se armonicen, algo que hoy no ocurre. La más antigua es la de Madrid (1996), la comunidad golpeada una y otra vez por atentados de todas las organizaciones. La última, la de La Rioja, aprobada en 2018. Es la tercera comunidad con mayor número de víctimas (824). Desde la AVT también están trabajando para que se unifiquen criterios. «Es una cuestión presupuestaria. Unas reconocen como víctimas a aquellas que han sufrido el atentado cometido en su suelo; otras si estaban empadronados en ella aunque el hecho ocurriera en otro lugar. Pero debería imponerse un solo criterio», explican desde la asociación.
La semana en la que España ha acogido el Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo muchas se sienten aún ninguneadas. «Pasa el tiempo pero no lo olvidas. Yo creo que para todas es importante saber que cuentas con el apoyo de tu comunidad, que no eres un número», reflexiona Mayte Cabezas. Ella llevaba veinte días presentando un programa en la televisión gallega cuando mataron a su padre. Tino, el guardia civil con el que compartía turno, recibió los primeros disparos mientras leía el periódico y, casi a la vez Pedro fue acribillado por otro de los asaltantes.
Ver al asesino en la calle
Mayte escuchó en la radio que había un atraco y el ímpetu periodístico la empujó junto a unos compañeros a acercarse. «Mi padre trabaja allí, tendremos noticias de primera mano», les dijo. Al llegar alguien la abrazó y el resto es un recuerdo difuso. Y una travesía de las dos familias durante los siguientes 32 años. Describe algunas. Su madre, tras el homenaje, necesitó de nuevo asistencia psicológica. «¿Y quién se encarga? Pues nosotros». Ella al enterarse de que Silva Sande, uno de los cinco terroristas condenados por el crimen , iba a ser trasladado a Galicia entró en shock. «¿Y cuando salga de prisión qué, me lo voy a cruzar por la calle? No hay un mecanismo que les prohíba residir en el mismo sitio que sus víctimas. Y si lo hay nadie nos lo ha dicho. Lo que sí me han dicho es que va escribir un libro de cómo mató a mi padre».
Sus reproches van más allá y los comparte con su otra familia, los hijos del agente Limia. « Tras la infamia de lo de Hasel no ha salido nadie del mundo de la cultura a decir, oiga que los del Grapo no son héroes. Las víctimas no utilizamos nuestros medios para difundir odio, ¿por qué ellos sí?».
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