David Chamorro: «Cuando vieron que todavía me movía quisieron volver»

El joven estudiante de la UPV sufrió una brutal agresión en el campus de Vitoria por impulsar una asociación de defensa de España.

David Chamorro, el joven agredido por una veintena de radicales en el campus Luis Ángel Gómez

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Era viernes por la tarde y las clases habían terminado. A pesar de ello, David Chamorro (Bilbao, 1999) se quedó en el campus de Vitoria para debatir con algunos de sus compañeros acerca de una plataforma de defensa de España que comenzaba a tomar forma. Ya había caído la noche cuando enfiló el camino a casa, aunque no logró siquiera alcanzar la parada del autobús. Un amplio grupo de individuos encapuchados le abordó y, al grito de «español de mierda» , le propinaron una brutal paliza que le envió directo al hospital. Un año después del ataque, este joven estudiante de Historia se mantiene firme frente al acoso de los radicales, e incluso ha iniciado dentro del PP de Bilbao su carrera política.

¿Qué sucedió exactamente ese día?

Había una reunión de la plataforma que queríamos crear. Estuvimos hasta las seis y pico. Iba con dos compañeras hacia la parada del autobús, que estaba relativamente cerca, cuando una de ellas me dijo que nos estaban siguiendo. Se nos acercaron dos y nos preguntaron: «¿Sois de la reunión?». Yo me hice el loco, a ver si colaba. Y pum. Ya lo sabían, preguntaron por decir algo. Me dieron primero en la cara y caí al suelo. Me di en la cabeza y perdí el conocimiento. Luego vinieron todos, 15 o 20, y empezaron a pisarme la cabeza, a darme patadas y golpes mientras gritaban «español de mierda».

¿Recuerda lo que pasó después?

Según me han contado, cuando se fueron yo tenía toda la cara llena de sangre y estaba tirado en el suelo. Ellos se encontraban ya a unos 40 metros pero debí de moverme o temblar, porque se dieron cuenta e iban a volver. Mis compañeras hicieron tal escándalo que al final se acabaron yendo otra vez. Yo no veía nada porque perdí la visión durante una media hora o 40 minutos . La paranoia era cada vez peor porque no ves y piensas que cualquiera se te puede venir encima.

¿Cuándo supo que los radicales hicieron el amago de volver a por usted?

En el hospital. Al principio nadie te cuenta nada para que no te emparanoies. Pero luego lo que me ha dejado caer la Policía es que a la primera pensaban que me habían dejado reventado o algo peor. No quiero pensarlo y cuando vieron que todavía me movía quisieron volver. Eso me causó bastante más mal rollo, a mí y a mi entorno.

¿Era consciente de que podía suceder algo así?

Bueno, cuando estábamos en la reunión, una conocida de la Guardia Civil en Álava nos llamó preocupada porque había gente entrando y saliendo de todos los edificios de la universidad. A los días, uno de seguridad me contó que los que controlaban las cámaras le dijeron que había tíos con capuchas dando vueltas y que lo mismo podía pasar algo. Debieron de dar el aviso y a mí me han dicho que la dirección de la universidad no llamó a nadie.

A nivel psicológico, ¿puede cicatrizar una herida de este tipo?

No lo sé. Lo voy a comparar, igual no está bien, con el miedo que puede sentir una mujer hacia un hombre que la siga. Ha pasado un año y yo todavía voy por la calle mirando para atrás cada dos minutos. Si es de noche, doy el doble de vuelta y paso por calles grandes, y si veo un grupo de gente con pinta de «borroka» me voy a la otra acera y mirando para abajo. En la universidad me pasa lo mismo, reconozco que me da bastante mal rollo. Me da miedo que digan: «Mira, este sigue ahí, encima se nos queda mirando el hijo de puta». Porque sé que son así, y a ver qué haces. Yo no tengo con qué defenderme , aunque en su momento estuve con seguridad todo el día.

¿Cuánto tiempo?

Hasta que acabó el curso. Este año dije ya que no, porque si vas todo el día por la universidad con un tío con uniforme es un poco marcaje. Vas con colegas por el campus y jolín… Yo les digo que ya lo sé, que qué le hago. Por suerte, las amistades más cercanas que tengo no me han dejado de lado . Hay gente que igual ya no me habla tanto como antes, pero mis amigos por lo menos no me han dejado solo.

¿Adoptó algún tipo de medida la UPV a raíz del suceso?

Hizo un comunicado que eran tres líneas. Me llamó el vicerrector de Álava y le dije que hicieran lo que quisieran. Luego hubo una concentración a la que la gente no fue por miedo, sobre todo los alumnos. No hicieron nada más. Se nota cuando alguien te intenta comer la cabeza para que no le dejes mal: «Oye, estamos contigo». Hay que estar conmigo de verdad , no decirme dos frases y luego pasar de mí. Pero me van a tener que aguantar, porque yo voy a seguir sin callarme. Yo pienso seguir yendo porque estoy en la pública y no me va a callar ni la dirección ni el acoso de esta gente .

¿Notó el apoyo de los profesores?

Sí, por lo menos de los que tuve. Hubo desde abrazos hasta uno que canceló clases para que no me las perdiese. Gestos que igual hubiese sido más bonito que los hiciera la dirección, que podría haberme apoyado igual que apoyaron a otra gente.

Antes de la agresión, ¿cómo era el día a día de un estudiante contrario a los preceptos de los batasunos?

Como mucho te «mojabas» en Twitter y con los amigos de tu cuerda. En la universidad defendías tu postura siempre con cuidado. Sabes que estás marcado, que esos grupos te conocen. Porque la UPV es como el País Vasco del principio de los 2000, esa gente es mayoritaria, tiene el odio dentro y hace lo posible para que tú no digas nada.

¿Tiene futuro la asociación que planeaban fundar?

No. Yo el año que viene me iré de la universidad para no volver, y dudo mucho que nadie lo haga en un futuro, porque la generación posterior va a peor.

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