Urkullu señala a Puigdemont por volar el último puente al no convocar elecciones

El presidente vasco confirma que actuó de «enlace» a petición de la Generalitat, con la línea marcada por Rajoy del marco de la Constitución

Íñigo Urkullu, durante su declaración en el Supremo ABC | Vídeo: Atlas

No llenaron la plaza, pero lo cambiaron todo . El eco de la protesta de la plaza de Sant Jaume -«¡Puigdemont, traidor!»-, unido a las presiones de su propia formación política, llevaron al expresidente catalán a malograr el «acuerdo» conseguido a última hora para convocar elecciones autonómicas. Huyó hacia adelante con la declaración unilateral de independencia (DUI), culminó el plan secesionista ilegal, y voló el último puente.

Era el 26 de octubre de 2017, un día antes de la declaración unilateral que activó la causa por rebelión. A las diez horas y cinco minutos, Puigdemont le comunicó a Íñigo Urkullu que iba a convocar comicios autonómicos y evitar el paso final del «procés», ahora enjuiciado en el salón de plenos del Tribunal Supremo. Aquella tarde, el «expresident» anunció lo contrario.

¿Qué sucedió? En una tesis coherente con la declaración del exconsejero Santi Vila, Urkullu atribuyó ayer el viraje final de Puigdemont a la «rebelión» de los manifestantes en las calles y a la presión de los más radicales de Junts pel Sí, la coalición independentista que le aupó al Palacio de la Generalitat, ubicado en la plaza de Sant Jaume . El expresidente catalán cambió el rumbo de lo acordado, entre otras cosas a través de la intermediación de Urkullu, y precipitó la DUI. El miedo a quedar como un traidor, el espíritu que subyace en el relato de Santi Vila.

«A las 14.00 me comunicó… lamentando que las personas que estaban en la plaza Sant Jaume manifestándose se le estaban rebelando, que tenía una presión en su grupo parlamentario de Junts pel Sí y que no podía proceder al acuerdo que se había adoptado esa noche de madrugada de disolver el Parlamento y convocar elecciones autonómicas, lo que yo sugería para evitar el 155», explicó Urkullu, en su declaración como testigo en el juicio contra el «procés».

El presidente del País Vasco confirmó que actuó como «enlace» a petición de la Generalitat para tratar de frenar el choque de trenes, en una labor que calificó de «intermediación», sin aludir en ningún momento a la figura de la mediación que desea el soberanismo, que situaría en un irreal plano de igualdad a ambas partes.

En su testimonio, Urkullu aseguró que Rajoy no ofreció «una garantía » de que los comicios autonómicos evitase la aplicación del artículo 155, que suponía la suspensión de la autonomía. Pero dejó claro que su «intuición» era que el artículo 155 no se hubiera puesto en marcha en ese escenario, dada la «disposición» de las fuerzas mayoritarias en aquel momento, y del propio Rajoy, «que no era muy dado» a aplicar ese artículo, un paso inédito provocado por la actuación ilegal del «govern». Esa explicación rompe la coartada secesionista de que no tuvieron otra salida. Urkullu atribuyó a Puigdemont un carácter dialogante que desmienten los hechos y llegó a sugerir que el «president» no quería la DUI.

El lendakari se atribuyó un rol fundamental de intermediación entre la Generalitat de Puigdemont y el Gobierno de Rajoy para buscar «una vía de diálogo estable», una función que comenzó a petición del «expresident» y que recibió la «atención y escucha» de Rajoy, que no solicitó su colaboración.

Todo comenzó el 19 de junio de 2017, cuando se reunió con Puigdemont. «Me manifestó la situación de bloqueo y me solicitó que yo interviniera para intentar encauzar la relación», aseguró. A partir de ahí, ese mismo día se reunió en el aeropuerto de Barcelona con Soraya Sáenz de Santamaría y habló por teléfono con Rajoy, con quien tuvo un encuentro el 19 de julio. Con el antiguo presidente del Ejecutivo también conversó después del 20 de septiembre de 2017, manifestó.

En su declaración del pasado miércoles, Rajoy negó que hubiera una mediación; pero admitió que habló con muchas personas, siempre con las líneas rojas de la ley y la Constitución.

Con su voz grave, el testimonio de Urkullu también representó la posición aletargada del PNV: enunció que él apostaba y apuesta por la «vía bilateral», sin esconder que el fin del nacionalismo es lograr «una consulta legal y pactada».

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