25 años sin Gregorio Ordóñez
«Mi último recuerdo es terrible, pero me alegro de que estuviera rodeado de amigos»
Gregorio Ordóñez fue un político arrollador que fascinaba. Así lo recuerdan sus allegados
Gregorio Ordóñez vivía San Sebastián, por las calles. Lo cuenta José María Calleja, que se cruzó con él horas antes de que ETA lo matara mientras compartía mesa con su equipo, entre ellos María San Gil, que hoy se consuela pensando que murió «acompañado de gente que le quería». Como el periodista Gorka Angulo, hoy en el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, que estuvo 43 horas antes con Ordóñez, al que recuerda como un político arrollador que fascinaba. Estas son sus reflexiones sobre aquellas últimas veces.
María San Gil, secretaria de Ordóñez
Testigo de un disparo salvaje por la espalda
«Estábamos hablando de trabajo, como siempre, y comiendo ensaladilla rusa de La Cepa, que nos chiflaba... Con el tiempo, que tienes que acostumbrarte a convivir con los recuerdos, suelo pensar que me alegro de que aquello le sucediera rodeado de amigos, que lo último que viera fuera a Cote (Enrique José Villar) a Iciar (Urtasun) y a mí. Porque pienso que podían haberle matado de un tiro en la calle a las siete de la mañana mientras iba al ayuntamiento, como a un perro, y que por lo menos no estaba solo ni en la calle, sino acompañado de gente que le quería. Fijate con qué cosas te consuelas... Mi último recuerdo de Gregorio es terrible, es su cara absolutamente desfigurada».
Eran las tres y cuarto de la tarde pasadas. María San Gil salió corriendo detrás del etarra que acababa de descerrajar ante sus ojos a Ordóñez un tiro en la cabeza por la espalda aunque, como testificó en el juicio, ella no se acuerda de la cara del agresor. Si Carasatorre, si Gaztelu «Txapote»...
Sí rememora San Gil con toda nitidez que en aquellas fechas estaban enfrascados «en la campaña de mayo» para la Alcaldía de San Sebastían, la de las elecciones de 1995, para las que faltaban 4 meses y tres días cuando Gregorio fue asesinado, y que terminó ganando Jaime Mayor Oreja, que encabezó la lista tras el crimen. «Hicimos una campaña extraordinaria, aunque luego salió el PSOE con los nacionalistas y no nos dejaron hacer Alcaldía».
Gorka Angulo, periodista
Un político irrepetible
«El sábado 21 de enero por la tarde, cuarenta y tres horas antes de su asesinato, estuve con Gregorio Ordóñez en la localidad vizcaína de Portugalete. Fue tras una jornada de Nuevas Generaciones donde él participaba y yo cubría el acto para un medio local. Cuando Gregorio terminó su intervención, saludó y nos fuimos a un bar cercano.
Gregorio pensaba que, en Portugalete, a más de cien kilómetros de San Sebastián, no le conocían tanto, pero el odio de los palmeros de ETA no tenía fronteras en la geografía vasco-navarra. Le acompañé a su Audi y nos despedimos. Jamás pensé que sería la última vez. La noticia del crimen me pilló en casa viendo la televisión en la que a pie de pantalla apareció una banda deslizante con la noticia. De la incredulidad pasé a una mezcla de indignación y tristeza. Había algo en Goyo que me fascinaba: no era un político al uso. Tenía una personalidad arrolladora que solo con darte la mano o los buenos días te ganaba para su causa.
Su asesinato no fue en vano porque hubo un antes y un después. Donostia lloró su muerte como no lo había hecho antes con otros políticos asesinados por ETA, en la localidad vasca en la que más víctimas anotó (sumaban más que las dos siguientes, Bilbao y Vitoria). Una nueva generación sin
miedos ni complejos se incorporó al PP vasco tras el atentado. La dictadura de Franco consiguió que los hijos de muchos del PNV se hicieran de ETA, pero la dictadura de ETA consiguió que los hijos de algunos del PNV se hicieran del PP vasco.
El liderazgo de Ordóñez impulsó al PP hasta ganar las elecciones europeas en San Sebastián en junio de 1994. Eso le hizo soñar con la alcaldía donostiarra. Gobernó desde 1983 a 1995 con alcaldes del PNV, Eusko Alkartasuna y PSE. Recuperó la ciudad turística que se fue a negro por la crisis y el terrorismo. Proyectó infraestructuras que fueron realidad años después de su muerte. 25 años después, cuando paseo por Donosti, le suelo recordar tal como fue: irrepetible».
José María Calleja
«Era el primero en llegar a los atentados »
«Nos encontramos el día antes, el domingo, a la hora del aperitivo en la calle Urbieta, a un kilómetro de donde lo mataron... iba con su mujer y yo con la mía, con los niños, charlamos del peligro, del riesgo y nos dijimos «cuídate», «tú también», «tenemos que cuidarnos...» Teníamos una complicidad más allá de la de periodista y político, estábamos en el mismo lado. En el País Vaco la línea divisoria no era derecha-izquierda, era entre nacionalistas que apoyaban el terrorismo y sus víctimas, muy diversos entre nosotros. Nos unificaba con un vínculo intenso saber que podías ser asesinado».
José María Calleja, por entonces editor y presentador de los informativos de ETB, recuerda que Ordóñez era «una persona que vivía la ciudad, estaba por la ciudad y con la ciudad -San Sebastían-, le podías encontrar a pie de una obra o en mitad de un atentado». De hecho, cuenta, «cuando había un atentado era el primero que aparecía, llegaba con toda la conmoción y soltaba lo que pensaba. Se saltó cierto umbral que sobrecogía, le mataron para intentar exterminar al PP y al PSOE». Tras el crimen de Ordóñez, explica Calleja, llegó la era de los escoltas. Él tuvo la suya 17 años y medio.
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