Tres jefes de la Policía alegan que ni sabían ni autorizaron nada de los negocios de Villarejo

Agustín Linares, Pedro Díaz-Pintado y Eugenio Pino se conformaron con la versión que daba él, sin pedir explicaciones

Dos de ellos recurrieron al comisario cuando se pasaron a la empresa privada

Agustín Linares, ex director Adjunto Operativo de la Policía, en el juicio ABC

Isabel Vega

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El comisario José Manuel Villarejo sirvió para cuatro directores adjuntos operativos en la Policía Nacional desde que reingresó en el Cuerpo en 1993. Y este lunes, los tres que siguen vivos han testificado en el juicio que se celebra en la Audiencia Nacional para responder a la pregunta clave: ¿hasta qué punto tenía autorización para operar con sus empresas como lo ha venido haciendo?

Y ni Agustín Linares , que estaba a su reingreso, ni Pedro Díaz Pintado ni Eugenio Pino , que le sucedieron después, se han manchado las manos. Poco o nada sabían de su otra vida y desde luego, ninguno de ellos la autorizó expresamente. En casos como el de Linares, porque es el propio funcionario quien debe regularizar su situación y la competencia, de recursos humanos. En el de Díaz Pintado, porque no iba a contrastar la situación de los 60.000 funcionarios bajo su mando . Pino fue más prosaico. A él, Villarejo, al fin y al cabo, le vino dado y cuando quiso cesarle por otras razones, arriba le dijeron que no.

Para entender la trascendencia de estos testimonios hay que remontarse a enero de 2018, con Villarejo en prisión preventiva . Los tres dieron la cara por él firmando escritos redactados por un abogado que venían a decir que tenía actividades empresariales conocidas por la Policía y/o a su servicio. ¿Qué cohecho se le iba a imputar entonces? Desde ese momento, no pocas defensas se han aferrado al mismo clavo. Si su negocio era consentido, no pidan cuentas al que acudía como cliente . Este lunes, afectaban sus declaraciones a dos piezas separadas, pero tanto más daba. Es el hilo conductor de toda la macrocausa.

«El fin que tenía era ayudar a un compañero al que conocía en una situación difícil. No se me pide para luego terminar en esta sala hablando del asunto»,

A lo largo de los interrogatorios, los tres revelaron que aquel letrado les llamó en ciernes de la Navidad de 2017 porque Villarejo estaba «hecho polvo» en prisión y aquel escrito podía ser su libertad bajo fianza. Hablaron entre ellos y firmaron. «El fin que tenía era ayudar a un compañero al que conocía en una situación difícil. No se me pide para luego terminar en esta sala hablando del asunto», ha señalado en apariencia molesto, Díaz Pintado.

Si él y Linares han incurrido en contradicciones, la suya fue notoria. En instrucción matizó tanto el escrito que acabó reconociendo que quedaba «desmontado». Este lunes, no ha querido ser tan taxativo, pero sí ha quedado claro por el camino algún matiz, como que su acta refería un gran servicio de Villarejo en la lucha contra el narco del que él, en realidad, sabía por la prensa.

Del asunto nuclear, una frase: «Yo en esa época no conocía la actividad del señor Villarejo ni si estaba autorizada previamente ni posteriormente. En esa época lo ignoraba», dijo de su tiempo en la DAO. La cuestión es que al poco de cesar en el cargo, saltó a una constructora llamada Dico como jefe de Seguridad. Cuando hubo un problema con un exsocio, a quien llamó para buscar solución fue a Villarejo. Matiza su papel en el encargo, que se pagó aunque no llegó a conocer la cuantía. Dice que solo preguntó al comisario y luego conectó a un exsocio suyo con la compañía.

Algo similar pasa con Linares, el policía que estaba al frente cuando Villarejo regresó de su excedencia, en 1993, y que desmontó la teoría que él viene ofreciendo: ni le rogaron que volviera, ni lo hizo el ministro José Luis Corcuera –«no le conocía»–, ni era «imprescindible» porque la percha era una fuente que tenía, el traficante Monzer Al Kassar , pero podía seguir canalizando información desde fuera. «Le hacía ilusión la placa», comentó, para malestar de Villarejo, que haciendo de su propio letrado, gobernó ese interrogatorio hablando de sí mismo en términos de «mi defendido».

Linares concedió que antes de que Villarejo volviese, le constaba que tenía «una empresa de grabación de discos, una agencia de azafatas, unas propiedades y una agencia, R.V., que llevaba con un militar y se dedicaba a peritajes» para «siniestros», que no a investigación privada. Supone que en algún momento debió instarle a pedir la compatibilidad y él hacerlo, pero no era algo de su competencia. En la causa no consta que así fuera.

En todo caso, se quedó con la versión que le había dado el propio Villarejo: que nada tenía a su nombre y todo en manos de sus socios . Pero como Díaz Pintado, cuando saltó a la privada de jefe de Seguridad en el Banco Central Hispano y hubo un problema, fue a Villarejo a quien llamó. Preguntó un letrado por qué a él, si nada sabía de que hacía investigaciones. «Porque yo estoy en el mundo y sé a qué se dedica la gente». «¿Y cuando estaba en la DAO, estaba también en el mundo?», le replicaron.

«Ningún empresario»

El más tajante con el escrito fue Pino, que sí se ratificó en los términos, reconociendo que Villarejo prestó valiosos servicios en la Policía y que «su relación con el mundo laboral empresarial y financiero proporcionaba aspectos parciales que completaban información». Sin embargo, dio otra de arena: «Para nada» le encomendó investigar a ninguno de los perjudicados en las piezas que ahora se juzgan ni a los grandes nombres que suenan en la causa. «Puedo mencionar la gente a la que vigiló Villarejo o que investigó Villarejo, pero no aparece ningún empresario de España », aseguró.

Bajo mando de Pino sí se hizo un informe de Villarejo. Era 2015, su patrimonio estaba en la prensa. Dice que fue orden del ministro Fernández Díaz y así se lo dijo el director Ignacio Cosidó . Se desmarcó, eso sí, del resultado, que le exoneraba. En todo caso, ya había intentado cesar a Villarejo y hasta el director del CNI, Félix Sanz Roldán, pedía su cabeza. Sus superiores, según afirmó, le dijeron que no. Y siguió.

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