Salvador Sostres - Crónicas del abismo
Las transferencias
Tras la euforia llega la realidad y los mismos que creyéndose héroes estuvieron el 1 de octubre desafiando la Ley y el orden en las calles de Cataluña y el martes secundando la huelga política, empezaron ayer a transferir sus cuentas bancarias a las oficinas de sus bancos en Madrid. ¿Cinismo? ¿Locura? Más bien balada: «Ya se que estoy piantao, piantao, piantao. ¿No ves que va la luna rodando por Callao?».
Hay un pragmatismo profundamente catalán que por fin choca contra el discurso sentimental y la absurda creencia de que con la «razón moral» bastará para vencer. Mis amigos y familiares más beligerantes con la Guardia Civil, con la Policía Nacional, con el presidente Rajoy y con mis artículos en favor del orden y de la legalidad corren hoy como hámsters –llamarles ratas sería un reconocimiento excesivo– a hacer sus operaciones bancarias en silencio porque piensan lo mismo que yo pero se sienten más cómodos dándome lecciones de catalanidad mientras por detrás, haciéndose, eso sí, los escandalizados, operan exactamente como les dije que tendrían que operar si insistían en su insensata carrera hacia el abismo.
Hay demasiado orgullo y muy poca dignidad en la superioridad moral con que tantos catalanes proclaman hoy su «asco» contra la actuación policial del domingo, mientras en su vida cotidiana continúan facturando a la España a la que insultan y que prevalece en la misma medida que ellos prevalecen gracias a la acción de las fuerzas y cuerpos de seguridad, sin las que ninguna convivencia ni ninguna libertad serían posibles.
Tras algunos días de esfínteres relajados –físicos y morales– la realidad catalana vuelve a sentirse más segura en Madrid que en manos de la CUP, como así tiene que ser y así les dije que sería, mientras ellos se hacían los exquisitos diciendo estúpidamente que «la Guardia Civil nos ha entrado en casa». Tanta afectación, tan ridícula, tan miserable. Tanta infraintelectualidad de los que a la hora de la verdad acaban corriendo a esconderse bajo tus faldas.
La supuesta superioridad moral catalana sería más creíble si aguantara en su propósito ya no digo con su vida, pero como mínimo con su dinero; si en algún momento fuera capaz de ofrecer su corazón y su hacienda en lugar de insultar a los que llevamos tiempo diciéndoles que al margen de la Ley sólo hay forajidos y que no hay nada más patético que la cursilería de hacerse el héroe y cuando llega el momento de pagar cash, salir corriendo.