Manuel Marín

La trampa de Iglesias al PSOE

Pablo Iglesias JAIME GARCÍA
Manuel Marín

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Resulta difícil aceptar la extraña hipótesis de que triunfe la «gran coalición progresista» a la portuguesa que Pedro Sánchez promueve, y que tenga opciones realistas de ser investido presidente del Gobierno. Si el documento rubricado en el último Comité Federal del PSOE no engaña, ninguna cesión a la extrema izquierda, al nacionalismo o a los populismos permitiría poner en riesgo la unidad de España . Es la condición sine qua non para avanzar, y la que algunos barones con peso específico en el partido imponen a Sánchez.

A Iglesias no le interesa pactar con Sánchez . Hoy se está dando por hecho que Pablo Iglesias y Podemos, en esa indefinición y ambigüedad de casta recién adquiridas junto al «kit» de diputado, apoyarían a Pedro Sánchez. Pero a menudo las apariencias son el escaparate de una falsedad. Es muy dudoso que el interés real de Iglesias sea reforzar a Pedro Sánchez cuando, objetivamente, el propósito de Podemos es tomar el PSOE «por asalto» y convertirlo en un partido residual. Podemos está en un proceso de simulación en el que ensaya un respaldo virtual a la investidura de Pedro Sánchez como argumento de exclusión y criminalización de la derecha. Pero la realidad probablemente es otra: a Iglesias no le interesa pactar nada con el PSOE en condiciones de desventaja numérica, sino acudir de nuevo a las urnas para presentarse como solución y alternativa a la incapacidad del PSOE. Iglesias percibe la repetición de las elecciones generales como la fase definitiva para sus aspiraciones de presidir el Gobierno.

Las cesiones imposibles del PSOE . Los argumentos para defender que difícilmente apoyará al PSOE son sencillos. Pedro Sánchez no solo está en manos de Podemos. También de ERC, de IU, del PNV… Es complejo sumar en una investidura, y más difícil aún gobernar después con un mínimo de coherencia, estabilidad y rigor, porque un presidente chantajeado es un presidente débil y sin proyección sólida. Con Podemos es alambicado. Sin Podemos, sencillamente imposible. Pero como Sánchez solo tendrá una oportunidad para gobernar –la de ahora mismo–, cederá lo indecible aunque a la vez aparente dibujar «líneas rojas» de soberanía como bálsamo para su electorado más «españolista». Zapatero siempre habló de «líneas rojas» insuperables que, a la hora de la verdad, sí fueron superadas por el PSOE. Por tanto, es un dato objetivo que todo depende de Iglesias.

El derecho a decidir como falsa excusa . Podemos tiene en su favor la explotación de las contradicciones del PSOE sobre el modelo territorial, sobre esa figura jurídica inexistente del derecho a decidir –que es el que adquiere cualquier español al cumplir 18 años–, sobre el derecho de autodeterminación e, incluso, sobre la independencia. A Podemos le sale hoy bien lo que al PSOE le hizo fracasar ayer: ser soberanista en Cataluña y no serlo en Madrid o Sevilla. Para Pablo Iglesias no es un problema aceptar un referéndum secesionista mientras dice rechazar el independentismo, y que a la vez Ada Colau presuma de haber votado «sí y sí» en la consulta farsa de Artur Mas a favor de la ruptura con España. A Iglesias esta contradicción le renta, y a Sánchez le penaliza.

Chantaje al PSOE : «Susto o muerte» . Iglesias está en una posición de ventaja sobre el secretario general socialista y aprovecha las desautorizaciones internas y el profundo barullo del PSOE para socavar su liderazgo y debilitarle. Cuanto más tensa la cuerda Podemos en la negociación para decidir la presidencia del Congreso, conformar su Mesa y constituir los grupos parlamentarios, más elementos disuasorios añade para poner al PSOE en la tesitura de aceptar sus chantajes. No es baladí esta negociación por diversos motivos: el principal, porque si el nuevo presidente del Congreso es un socialista, condicionará la formalización hipotética de nuevas elecciones. El secundario, porque si Podemos exige al PSOE cuatro grupos parlamentarios –y no uno solo- para satisfacer a sus «mareas», no recibirá 4 millones de euros durante la legislatura, sino casi 12. Acuerden lo que acuerden, los socialistas siguen rehenes de una decisión dramática para su futuro, «susto o muerte».

Trampa de Iglesias a Sánchez . A Podemos le renta hoy alimentar las opciones de Sánchez como argumento de criminalización de la derecha, tan gratificante para su electorado. Pero se antoja una negociación a bandas imposibles. ¿Alguien concibe que ERC ofrecería su apoyo a Sánchez sin un compromiso expreso del socialismo español por impulsar el «proceso» catalán hacia la independencia? Iglesias juega con esa baza mientras Sánchez se desgasta en el intento de diseñar la mayor carambola de la historia política en España. El líder de Podemos no atribuye al líder socialista ni la capacidad política ni la inteligencia suficientes para liderarla. Es más, sólo cree en sí mismo para la «refundación»” del sistema sobre las cenizas de un PSOE reducido a la mínima expresión.

Podemos quiere elecciones, no al PSOE . Más aún. Con nuevas elecciones, Podemos no incurriría ya en el error de malgastar por el desagüe de la Ley D´Hondt los más de 923.000 votos de Izquierda Unida, transformados solo en dos pírricos escaños. El 20-D Podemos quedó a poco más de 300.000 votos de superar al PSOE. Ya con IU, sería sin duda segunda fuerza en España. Iglesias quiere ser presidente del Gobierno. Incluso, lo ve factible. Sabe que dar el Gobierno a Sánchez es rearmar precisamente al partido al que pretende fagocitar, o disolver, por la fuerza de los hechos. Y si fortalece a Sánchez para marginar a la derecha, en pocos meses Iglesias añadiría un problema a su agenda porque es probable que empezaran las disensiones en las bases de Podemos por el apoyo a leyes impulsadas por el PSOE. Y porque, a la larga, el protagonismo de Sánchez como presidente del Gobierno serviría para ir desnaturalizando poco a poco la figura de Iglesias. Con el tiempo, Podemos no sería un «controlador» del poder, sino un «cómplice»… Y es dudoso que las combativas bases de ese partido se lo consintiesen fácilmente a su líder. Podemos ya maquina para ser segundo. No un sumiso tercero.

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