Torra, entre el delirio y la provocación

Nadie en los Mossos cree que un desafío frontal al Estado tenga alguna posibilidad de victoria

El presidente de la Generalitat, Quim Torra EFE
Salvador Sostres

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Los Mossos dan por abierta en su cuerpo la caza al agente no independentista: y más que no independentista, al que no muestre una total fidelidad a la estrategia de Quim Torra y Carles Puigdemont. Sobre esto no tiene nadie ninguna duda, ni los que son partidarios de la unidad de España ni los que quieren su ruptura.

El sector más separatista entiende que «no nos hemos vuelto locos ni queremos acabar todos en la cárcel, pero estamos tomando las precauciones para que no controlen nuestros movimientos ni condicionen nuestras actuaciones», en referencia a la guardia personal que Torra se está creando con los Mossos más afines y al relevo de Miquel Esquius como mayor, por poco obediente con el poder político y por concretamente haberle dicho al consejero de Interior, Miquel Buch, que de ninguna manera los Mossos iban a responder a órdenes partidistas. Este entorno más independentista sostiene que esta irrupción busca que «España no pueda controlar nuestros movimientos», refiriéndose sobre todo a los agentes fraudulentamente destinados a la protección del forajido de Waterloo.

En cambio, los agentes más legalistas, y sus sindicatos, creen que Torra «no busca tanto otra asonada, otra declaración unilateral de independencia, como provocar en toda regla al Estado». Este argumento se basa en el temor independentista de que su fe en el efecto revulsivo de la sentencia del Supremo sea tan fallido, tanto desde el punto de vista personal como colectivo, como aquel inicio del juicio en el que depositaron todas sus esperanzas y al final la única idea que ha salido reforzada es la de la legitimidad de España, en parte gracias a la brillante actuación, respetuosa, ejemplar, garantista y colmada de un sentido del humor que creíamos que para siempre habíamos perdido, del juez Marchena.

Los mossos partidarios de la Ley y el orden opinan que lo más probable es que Puigdemont y Torra, más que declarar la independencia, quieran apelar al victimismo. «Eso implicaría que los Mossos, por activa o por pasiva, incumplieran su misión, su cometido, y obligaran al Estado a intervenirles mediante una aplicación total o parcial del artículo 155».

El Govern calcula que esta aplicación sería mucho más efectiva para su propaganda que la sentencia del Supremo, que si bien es poco probable que sea absolutoria, es posible que sea comedida, o que en cualquier caso guarde relación con lo que se ha visto en el juicio y no genere por lo tanto una gran ola de indignación. Es curioso -y hasta chocante- que éste sea su cálculo, porque el primer 155 se aplicó no sólo como una seda, sin ningún escándalo, sino con la máxima cooperación de Convergència y Esquerra, representados por Elsa Artadi y Pere Aragonès.

Por su parte, lo que el ya exmayor Esquius dice que el consejero de Interior le pidió es que ante la agitación callejera que se pudiera producir a propósito de la sentencia, o de cualquier otra eventualidad independentista, los Mossos fueran permisivos con los excesos, mostrando de este modo su complicidad con la causa, a lo que tajantemente se negó. Por este motivo, en su carta de despedida, pidió «neutralidad política» en la cúpula de la institución.

Nadie en los Mossos cree que un desafío frontal al Estado tenga alguna posibilidad de victoria. Pero eso no significa que Torra no quiera dejar su huella en la Historia, ni que no tenga en la cabeza algún tipo de levantamiento, incluso sabiendo que le lleva de cabeza a la derrota: y a la cárcel o al exilio, como ha podido aprender de sus hermanos de rebeldía. En este sentido, agentes de Mossos de uno y otro bando comparten una idea, que es la de que «aunque el independentismo no puede ganar, puede llegar a a ser, tan molesto, insoportable», y esto es lo que el sector más radical va a procurar con sus provocaciones, siempre bordeando la Ley, e incluso rebasándola «un poco», pero sin acabar de llegar a la gravedad de los que hoy ocupan el banco de los acusados en el Supremo.

Hay inquietud en los Mossos, como siempre que alguien intenta convertir una policía institucional en una policía política. Incluso a los agentes más partidarios de la independencia, la arbitrariedad, el amateurismo y la inseguridad jurídica de lo que sus jefes políticos tratan de hacer les instala en la incertidumbre personal y familiar, sobre todo viendo las nefastas consecuencias que han sufrido los que hace dos años les precedieron en la aventura.

Por lo tanto, hagan lo que hagan los independentistas, será en el fondo esteticista. Porque a diferencia de la primera vez -aquel octubre de 2017- saben que España va a defenderse, y que va a ganar porque es más fuerte.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación