Rosa Belmonte

Tomarse la traca muy en serio

La tarde que se suponía esa en la que Sánchez ponía la otra mejilla sólo se distinguió por el debut de Rufián

El padre de Pedro Sánchez asiste al pleno desde la tribuna de invitados Ángel de Antonio

Fue la mejor de las intervenciones, fue la peor de las intervenciones. La de Gabriel Rufián . Por copiar el principio de «Historia de dos ciudades» . Animó (o deprimió) una tarde que no era más que esa en la que Pedro Sánchez ponía la otra mejilla y todo volvía a empezar. Pero el cabeza de lista de ERC en las generales debutó en el Congreso. Eso no se olvida.

Se viste como para ir a un entierro gitano y habla como si estuviera dentro de una tinaja. Y para decir simplezas, presumir de abuelos albañiles o lanzar falsedades como que Ciudadanos no había condenado el Franquismo. Girauta saltó después para demostrar que no era cierto (pero no se quejó de que los llamara el Hacendado del PP). Empezó a hablar como un disco de 45 puesto a 33 revoluciones. Con una moleskine garabateada (eso no eran letras homologadas por ningún cuaderno Rubio), empezó a desplegar su retahíla de melonadas. Muy lentamente, como hipnotizando a sus señorías . Sin que se le entendiera muy bien. El presidente le dio un toque para que acabara. «Acabo enseguida». «Enseguida no, en diez segundos». Patxi López le cortó el micrófono. Yo le habría cortado otra cosa. Pero probablemente ha sido el diputado que más ha luchado por su puesto. Súmate, la formación de la que procedía, se convirtió en Pégate durante una reunión en la que Rufián casi usa los puños por un puesto en el Congreso.

Por lo demás, la tarde fue esa en la que estaba previsto que Pedro Sánchez siguiera por el camino de baldosas amarillas rumbo a Oz (tia). Aunque él dijera que a partir de mañana (de hoy) todo volvería a funcionar, como si creyera en la remontada. Como si estuviera en un capítulo de «The Twilight Zone» y esperara un final con sorpresa. Ahí estaban sus padres para ver cómo su hijo se estrellaba (su mujer, no). Había vuelto a tirar del discurso tipo test . Al menos en la coda. ¿Quieren un acuerdo? ¿Quieren impedir elecciones? ¿Quieren que las políticas de cambio sean efectivas ya? ¿Quieren que el señor Rajoy siga al frente del Gobierno? Contesten sí o no.

Rajoy estuvo menos jocoso que el miércoles. «Señor candidato, su fiesta ha llegado a su fin». Llega a decir su fiesta terminó y habría parecido Paloma San Basilio. Siguió con sus referencias viejunas y retorció a Campoamor : «En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que cada socio lo mira». Cuando volvió a su escaño los suyos le aplaudieron y él saludó al tendido regiamente con la mano. Desde la bancada socialista lo imitaron diciéndole adiós.

Iglesias, que llevaba la camisa del color del sillón, empezó con el beso, en un tono poco parlamentario. Aunque al lado de Rufián es Sagasta. «Fluye el amor en la política española. Pedro, sólo quedamos tú y yo». Y aquello era eDarling.

Rivera, que tenía a su novia en la última fila de la tribuna, recordó a Rajoy que en el acuerdo («que no se ha leído») había 200 reformas y no cinco. Bueno, Rajoy había llamado al pacto Contrarreforma , así que más de cinco habría visto. A Iglesias, que propuso un gobierno a la valenciana, le dijo que lo que quería era un gobierno de traca. Luego Baldoví, de Compromís, se sintió ofendido por la alusión a los petardos: «Nosotros la traca nos la tomamos en serio». Y ese es el nivel.

Tras la intervención de Rivera, había llegado la primera bronca de Patxi López, el nuevo abuelito de Marisol. Por el runrún constante, por el ruido que ahogaba la palabra. «Le rogaría a sus señorías que no ahogaran la esencia de lo que es esta cámara». Y llegó Rufián. En los rifirrafes de después también estuvo presente (y Hernando del PP, cómo no, que pese a parecer un personaje de «Orgullo y prejuicio» actúa más como si estuviera en «Banshee»). Cuando Girauta tomó la palabra, Tardà y Rufián se levantaron como un dúo cómico reclamándola también. Como no la obtuvieron, Rufián hizo ademán de irse con todos sus compañeros. Tardà los frenó. Al menos ya no estamos en cal (ne) viva.

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