Salvador Sostres - RADIOGRAFÍA DE LOS AYUNTAMIENTOS POPULISTAS / BARCELONA

La tiranía de la horterada

Ada Colau y Pablo Iglesias EFE

SALVADOR SOSTRES

El farol: No hacer

En la mayoría de los más extravagantes compromisos que Ada Colau contrajo con su público más devoto, su respuesta ha sido, en el mejor de los casos, la gestualidad.

En los servicios sociales, mantiene las partidas de CiU, por mucho que a través de las redes sociales anuncie paquetes de medidas y demás brindis al sol . En su asunto estrella, que son los desahucios, la situación está absolutamente igual según reflejan los datos de 2015, con la demostración que la «culpa» no es de los bancos: y que ni siquiera hay culpa, sino propietarios particulares que legítimamente reclaman lo que es suyo. La única novedad que en este terreno ha aportado Colau es poner multas de la irrisoria cantidad de 5.000 euros a los bancos por tener pisos desocupados, una medida que, como explica Xavier Fina en su libro «Sin Tregua. Los primeros cien días de Ada Colau», a los primeros que ha disgustado es a los suyos, porque es como si no hubiera hecho nada.

Después de tanto reivindicar la enseñanza y la cultura como ejes vertebradores de la sociedad, el Ayuntamiento de Barcelona no tiene todavía concejal de Cultura; ni una idea ni un proyecto claro de lo que tiene que ser la política cultural de Barcelona . No hay interlocutor municipal para una ciudad que ha basado su éxito -también turístico- en ser algo más que una paella y una playa.

Más allá de las escenificaciones, de las gesticulaciones, y de haberse reunido con todo cuanto «trending pobre», cuando dentro de cuatro meses se cumpla el primer aniversario de su llegada al poder, Ada Colau lo tendrá francamente complicado para presumir de alguna obra de gobierno . La dificultad de este tipo de políticos para hacer promedio con la realidad explica sus constantes saltos de una ocupación a otra, como es el caso de la coalición que Ada Colau prepara para asaltar la Generalitat.

El totalitarismo: No dejar hacer

Atrapada en su ideología extemporánea y absurda, Ada Colau y su equipo tratan de reducir Barcelona a sus límites mentales. La moratoria para construir hoteles nuevos ha dado escenas surrealistas, como que el Ayuntamiento ha preferido indemnizar a aquellos propietarios o empresas que contaban ya con algunos de los permisos para construir, que dejarles hacer su trabajo , de modo que una alcaldesa que tantos recursos dice que necesita para ayudar a los pobres, y tanto ha acusado de despilfarrar a sus predecesores en el cargo, prefiere malgastar dinero público que permitir que se cree riqueza y recursos. Así ha sucedido en La Maquinista: el centro comercial se comprometió a construir una escuela a cambio de poder ampliar -mínimamente- su espacio. En su delirante obsesión contra las grandes superficies, Ada Colau ha preferido indemnizar a La Maquinista, y tener que pagar la prometida escuela con los siempre escasos recursos públicos, para poder figurar como la que se opone a este tipo de establecimientos. Gestualidad estéril, trasnochada ideología que tan cara le sale al ciudadano, y tanto le perjudica.

En su furibunda y enfermiza oposición a los grandes acontecimientos, Ada Colau y su equipo despreciaron la candidatura de Barcelona para organizar los Juegos Olímpicos de Invierno, renunciando de un modo increíble a la proyección internacional que procura un evento como éste , y que tanto necesita una ciudad que vive, en una proporción muy significativa, del turismo. En el mismo sentido, cuando se detectaron irregularidades en la concesión de los Mundiales de Atletismo a Doha, los organizadores recomendaron encarecidamente a Barcelona que volviera a presentar su candidatura, pero Colau y su equipo prefirieron insistir en su ideología a defender los intereses de Barcelona y de los barceloneses.

Sin que sea exactamente un gran evento, también Ada Colau se ha cargado el Barcelona Sanitari, un proyecto público y privado para promocionar a la ciudad como destino sanitario, favoreciendo de esta manera un turismo de mejor nivel y más poder adquisitivo.

El Gobierno municipal no habla con el sector económico, y el resultado es que ha caído en picado la apertura de negocios en la ciudad. Desde que Ada Colau gobierna sólo han solicitado al Ayuntamiento 96 licencias para abrir establecimientos en la ciudad. Es la menor cifra en cuatro años.

Con respecto al último semestre de Xavier Trias como alcalde, en el que 152 empresarios pidieron al Ayuntamiento el permiso necesario para poner en marcha un negocio, el descenso de licencias solicitadas ha sido de un 36%. La parálisis se confirma tomando como referencia cualquiera de los siete semestres precedentes a la llegada de Colau.

Y no sólo menos emprendedores quieren abrir en Barcelona, sino que el Ayuntamiento es también menos resolutivo para responder a sus peticiones y aceptar o denegar el permiso. En el segundo semestre de 2015, el primero de Colau, el Consistorio resolvió 117 solicitudes de licencias de actividad, por las 214 del mismo periodo de 2014, lo que supone un 45% menos.

La horterada: Resentimiento y familia

Después de tanto haber insultado a los anteriores alcaldes, acusándoles de amiguismo y corrupción, y de haber convertido la política en algo putrefacto, el marido de Ada Colau, Adrià Alemany, es el jefe de Relaciones Institucionales del partido de la alcaldesa (Barcelona en Comú) , y por mucho que la alcaldesa quiera negarlo con argumentos de primero de párvulos, cobra del erario público en tanto que los partidos políticos se alimentan de subvenciones.

La pareja del primer teniente de alcalde de Colau, Gerardo Pisarello, también ha colocado a su mujer en el Ayuntamiento . Vanessa Valiño es asesora del concejal de Vivienda, tema en el que su marido dice que es una «experta».

Pero a pesar de estos y otros casos en que el nepotismo limita con la horterada del nuevo rico en poder y en sueldecito público, está la horterada mayor, que es querer destruir la Diagonal, una de las avenidas más bellas y diáfanas de Europa -junto a los Campos Elíseos- por el puro resentimiento social que esta gran línea divisoria de la ciudad siempre ha generado.

Colau pretende unir el tranvía -que no es más que un transbordador de asistentas y oficinistas- cargándose de esta manera la magnífica avenida, y habiendo realizado Jordi Hereu, el último alcalde socialista, un referendo en el que muy claramente -por más del 80%- los barceloneses rechazaron esta iniciativa. Parece que el derecho a decidir que tanto Colau le exige al Estado, deja de interesarle cuando va en contra de su resentimiento y de su demagogia. Y es que yo siempre he creído, que en España, los mejores referendos los organizó siempre Franco.

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