Análisis
Teatro presupuestario
Más allá de las buenas palabras, la distensión y la suavización de su radicalismo, Podemos pondrá todas las piedras posibles a Sánchez en Moncloa
Hay dos teorías sobre la estrategia de Podemos para sostener a Pedro Sánchez. La primera apunta a un concierto de intereses mutuos que permita a Sánchez prolongar la legislatura hasta 2020, con el apoyo de Pablo Iglesias a los primeros presupuestos generales en democracia condicionados por un partido comunista.
La segunda, por el contrario, se basa en la disposición de Sánchez e Iglesias a mantener las apariencias de esa alianza táctica para dar una imagen de «frente común» de la izquierda frente a PP y Ciudadanos, y después romper drásticamente antes de que arranque el carrusel de urnas del año que viene. Sería un proceso idéntico a la ruptura que ahora escenifican el PSOE y Ciudadanos en Andalucía . Puro teatro.
Todo se basará en el más frío cálculo electoral y en la dirección que marque el viento de las encuestas, pero Podemos, hoy afectado por un notable declive demoscópico , tendrá que decidir si acude a las urnas como marca subalterna del PSOE y segundón sin opciones, o si lo hace como partido «liberado» de Sánchez. En 2016 Iglesias pagó con una visible fuga de votantes el precio de vetar la investidura del hoy presidente, pero hoy ya considera saldada con el elector de la izquierda esa «deuda» pendiente habiéndole conducido a La Moncloa.
Es una evidencia virtual que el PSOE, pese a sus rectificaciones e improvisaciones, está arrebatando votos a Podemos y recuperando pulso electoral por el automatismo que genera el mero hecho de tener el poder. Días atrás, Sánchez abrió conscientemente la puerta a un adelanto electoral descartando la prórroga de los presupuestos aprobados por Rajoy.
Y ayer, si no se desdice mañana, anunció que Europa conocerá el proyecto del PSOE antes del 15 de octubre , lo que acelera aún más los comprimidos tiempos de que dispone un Gobierno sustentado en 84 escaños, e incrementa el riesgo de que Sánchez presente las cuentas sin garantía alguna de que serán aprobadas.
Más allá de las buenas palabras, los gestos de distensión y la suavización de su radicalismo, Podemos pondrá todas las piedras posibles en el camino de Moncloa. Iglesias está endureciendo sus condiciones y exigiendo cesiones conflictivas que enfrenten a Sánchez con el poder económico, con el único fin de rentabilizar ante las urnas su papel de «conseguidor» de unos presupuestos «contra las élites y los ricos». A su vez, Sánchez está chocando con la evidencia de que imponer nuevas tasas a los bancos y otra fiscalidad para el sector energético, penalizar el diesel, o recortar la nómina de la clase media, no es tan fácil como dar titulares en un telediario y gobernar con globos sonda.
A simple vista los intereses de PSOE y Podemos son hoy idénticos, pero Iglesias los convertirá en antagónicos si las encuestas le hunden. En realidad es Iglesias quien tiene la llave de la legislatura, pero corre el riesgo de que un error de cálculo para salvar artificialmente al Gobierno termine por desnaturalizar a Podemos hasta hacerle perder su identidad. Sánchez e Iglesias se querrán o se anularán. No hay opción intermedia.
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