Tanta chulería y tan poca inteligencia

La Justicia es lenta y garantista, pero al final siempre llega, especialmente para aquellos que se creen impunes y alarden de ello desdeñándola

Comisaría de Schleswig-Holstein, donde fue retenido Carles Puigdemont antes de su traslado a la prisión de Neumünster AFP
Salvador Sostres

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Puigdemont ha sido detenido en Alemania víctima del cóctel tan letal de la chulería en el desafío y de la temeridad que da la poca inteligencia. Y así h a caído el forajido, en su desdén ignorante de lo que un Estado como España es y representa y de que la Unión Europea es un club de Estados que se ayudan entre ellos. Que intentara pasar la frontera alemana en coche -cuando en avión nadie le habría detenido- es una prueba más de su falta de audacia.

En el envés que suele tener la fanfarronería desaforada, el desprecio a España y a su Policía le ha traicionado. El CNI le seguía los pasos y estaba pendiente de su más mínimo error para atraparle. No ha sido una sorpresa para la inteligencia española, pero sí para los independentistas más forofos que, una vez más, España haya llegado tarde a truncar los planes del secesionismo porque ellos mismos han cometido un error no forzado disparándose absurdamente al pie.

Si la semana pasada fue la CUP quien demostró que el independentismo no dispone de una mayoría política articulada, al rechazar la investidura de Jordi Turull, Puigdemont sirvió ayer su detención en bandeja a las autoridades alemanas por no medir sus movimientos con cautela. Ha sido la principal e inconcebible característica de los separatistas pensar que sus actos no tendrían consecuencias.

La justicia teutona hará lo que considere oportuno, pero el auto del juez Llarena detalla con quirúrgico detalle el golpe que el expresidente organizó, y de hecho el propio Puigdemont esperaba con especial inquietud la reactivación de la euroorden para su captura y hace meses que tenía pensado fugarse a otro país que no tuviera convenio de extradición con España. No se trata de una euro orden arbitraria ni rabiosa, ni fácil de obviar por una democracia avanzada. Pablo Llarena ha tenido la paciencia de concluir su investigación y su instrucción para reactivarla y que el país o países que tuvieran que atenderla dispusieran de la información más completa sobre la actividad delictiva del prófugo.

Aunque con los jueces y sus razones nunca se sabe exactamente qué puede suceder, sería extraño y hasta peligroso que un Estado de la importancia y significancia de Alemania diera a entender que protege y ampara a golpistas por la vía de no entregar a la justicia española al fugado. Los más siniestros tiranos del mundo podrían acudir allí en romería -Maduro incluido- a buscar asilo cuando fueran depuestos. Se hace difícil pensar que sean estos los planes que para su país tiene la señora Merkel.

La Justicia es lenta y garantista, a veces complicada de entender y otras está sujeta a mecanismos y procedimientos seguramente absurdos que dificultan su aplicación. Pero al final siempre llega , especialmente para aquellos que se creen impunes y alardean de ello desdeñándola e incluso cuestionando su razón de ser.

Eso es exactamente lo que llevan haciendo Puigdemont y sus compañeros de rebeldía desde hace mucho tiempo, y por ello les han ido a topar contra el muro de tener que rendir cuentas por sus delitos. No sólo creían que este momento jamás llegaría sino que siguen pensando que la democracia son ellos, y no lo que llevan retorciendo y pisoteando desde el pasado mes de septiembre. Y tal como en España todos somos fascistas, dirán ahora que los alemanes continúan siendo unos nazis . La analogía con la Gestapo entregando a Lluís Companys circulaba ya ayer por las redes.

Tanta chulería y tan poca inteligencia

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