Pincho de tortilla y caña

La suerte está echada

La palabra de Sánchez no vale nada. Creer en su altura de miras no es un acto de fe, sino un acto de estupidez supina

El abrazo de Sánchez e Iglesias, después de cinco meses sin entenderse y de una repetición electoral Jaime García
Luis Herrero

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Durante toda la semana se ha extendido el rumor por algunos cenáculos madrileños de que el pre acuerdo de Gobierno suscrito entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no es más que una trampa diseñada por brillantes estrategas de Moncloa con el cuádruple objetivo de salvar la cabeza de Sánchez, librar al PSOE del acoso de Podemos, reafirmar su posición de firmeza constitucional frente a las demandas independentistas y preparar el terreno para hacer posible un Gobierno socialista en solitario apoyado desde fuera por la abstención patriótica de PP y Ciudadanos .

¿Es verosímil? Como enrevesada trama novelesca, sí. Las piezas encajan. Es un hecho que desde que se anunció el pre acuerdo nadie habla del fracaso electoral de Sánchez (750.000 votos de castigo), nadie le pide cuentas por su estúpida decisión de habernos conducido a unas nuevas elecciones, y su cabeza no circula como moneda de cambio en el mercado de los trueques parlamentarios que deben alumbrar una mayoría de Gobierno. El primer objetivo de la supuesta estrategia, por lo tanto, ya está conseguido.

El segundo y el tercer objetivo vendrán de la mano. Si ERC pide a cambio de su abstención contrapartidas que exceden el ámbito del marco constitucional —derecho a decidir, referéndum, amnistía—, el Gobierno no tendrá más remedio que negárselas. Y una vez que lo haya hecho se volverá hacia los ciudadanos, exhibirá su negativa como prueba irrefutable de su compromiso con la defensa de la ley y luego le dirá a Podemos que si el Gobierno de coalición progresista no ha visto la luz no ha sido por su culpa, sino por la cerrazón de Junqueras . Podrá esgrimir el pre acuerdo del martes pasado como prueba de convicción de que su primera apuesta fue un pacto de izquierdas y lamentará con lágrimas de cocodrilo que la aritmética parlamentaria, tras el portazo separatista, no permita que se haga realidad. A partir de ese momento, el cuarto objetivo quedará servido: solo la abstención patriótica de PP y Ciudadanos, a cambio de unos cuantos pactos de Estado, podrá evitar la continuidad del bloqueo. De ese modo, Sánchez logrará su propósito de quedarse al frente de un Gobierno monocolor.

¿Ciencia ficción? Desgraciadamente, eso me temo. Aunque las piezas encajen (no es imposible que los acontecimientos sucedan de esa manera), el guion no es creíble. Para tomarlo en serio haría falta que se dieran dos circunstancias que no se dan. La primera, que el PSOE estuviera más comprometido con el interés general que con el suyo propio. Si de verdad quisiera lo que es mejor para España no se valdría de estratagemas tan rocambolescas para hacerlo posible. Le bastaría con mantener las principales promesas que formuló en campaña: no a la coalición con Iglesias, ley para penalizar la convocatoria de referéndums ilegales, fin del adoctrinamiento en las escuelas y mano dura con los propagandistas de TV3 .

Las cuatro salieron a relucir en el debate televisivo del 4 de noviembre y las cuatro se convirtieron en papel mojado diez días después. La palabra de Sánchez no vale nada . Creer en su altura de miras no es un acto de fe, sino un acto de estupidez supina. ¿Una persona que ni siquiera se sonroja al denigrar la validez de sus propios compromisos tiene derecho al beneficio de la duda?

La segunda circunstancia que no se da es el desinterés de ERC por el buen fin del acuerdo suscrito entre Sánchez e Iglesias . Si a Junqueras le importara un rábano la clase de Gobierno que pudiera formarse en España tendría sentido que acudiera a la negociación con su programa de máximos. Pero sí que le importa. Si puede hacer vicepresidente a alguien que defiende el derecho de autodeterminación , tener cogido al presidente por salva sea la parte y preparar el terreno para un tripartito en Cataluña presidido por ERC después de las elecciones autonómicas, ¿por qué iba a malograr su botín haciendo que al acuerdo naufragara? Pincho de tortilla y caña a que antes de Navidad Sánchez se sale con la suya. Mucho me temo que la suerte está echada.

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