Juan Fernández-Miranda
El sofrito de Pedro Sánchez
¿Está dispuesto el líder del PSOE a buscar una investidura con el apoyo de ERC y CDC y su recobrado anhelo de desconexión?
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Poco dura la alegría en la casa del pobre. Venticuatro horas después de sentirse autorizado por sus barones para intentar cocinar una investidura multipartita, Pedro Sánchez empieza a ver cómo se le quema el sofrito de siglas al despejarse -para mal- el panorama catalán.
El eufemístico paso al costado de Artur (con acento en la u) Mas tiene dos consecuencias. La primera es que a diferencia de él y su conversión al dogma soberanista, Carles Puigdemont lo es de toda la vida y considera que los españoles que de él discrepan son «invasores». Su designación con el apoyo de la CUP ofrece pocas dudas sobre sus pretensiones. Y dos: designado el nuevo «president», la maquinaria independentista echará a andar con recobrado impulso rupturista. La desconexión unilateral -esa gran aportación catalanista a la ciencia política- volverá a poblar el discurso de cada día.
¿Se atreverá el líder del PSOE a buscar una investidura como presidente del Gobierno de España con el apoyo o la abstención de dos partidos que aspiran a declarar la independencia de Cataluña en 18 meses? La pregunta no es si éstos lo conseguirán, es si aquel estaría dispuesto a pasarlo por alto. «Cosas veredes» , respondería Sancho Panza, pues si algo ha caracterizado la política de Sánchez es que se desdobla como un calcetín (estabilidad presupuestaría, sí pero no; reforma laboral, no pero sí; cambio de la Constitución, sí pero...). Los que mejor lo saben son sus barones, que le han dejado clarito y por escrito que nada de cocinar con partidos que piden un referéndum.
Ayer, Podemos -otro de los socios necesario para el sofrito-, insistió en su estrategia a través del estilo cursi de Íñigo Errejón : «La única solución: plurinacionalidad, referéndum y fraternidad». Leyendo semejantes tuits, uno concluye que a Errejón se le da mejor la política populista que la prosa, pero lo cierto es que su estrategia complica aún más que el guiso de Sánchez salga comestible.
Si el líder del PSOE priorizara el largo plazo y el bien de España y de su partido debería trabajar ya en las contrapartidas que va a exigir a Rajoy a cambio de abstenerse en su investidura. Debería ir a Moncloa a negociar duro y conseguir lo suficiente para consolidarse como líder de su partido , de la oposición y de la izquierda española. Y, así, apagar el fuego. El del sofrito y el de Cataluña.
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