David Gistau - Acotaciones de un oyente

Sobredosis marianista

En el soporcillo congresual, me puse a imaginar las posibilidades creativas que tenía el fondo animado de los discursos que, por cierto, se pasó todo el fin de semana asociando a Rajoy con un oleaje atlántico

En el soporcillo congresual, me puse a imaginar las posibilidades creativas que tenía el fondo animado de los discursos que, por cierto, se pasó todo el fin de semana asociando a Rajoy con un oleaje atlántico: la Costa da Morte en cuyos fondos reposan los pecios de sus adversarios políticos. Por ejemplo, cuando el presidente aludió en su discurso a una innegociable firmeza constitucional que impedirá mercadear con el independentismo catalán, en ese momento yo habría emitido carros de combate entrando por la Diagonal y una antología de goles madridistas procedentes de todos los Clásicos de la democracia.

De igual forma, cuando Cospedal, a quien en ocasiones pusieron de fondo un paisaje urbano de Toledo -pese a que combina con Saint-Tropez-, se acordó de la «casta» de emancipadores del Pueblo que culminaba su propio congreso a apenas siete kilómetros de distancia, yo habría puesto a los Cinco Jinetes del Populismo cabalgando hacia Europa con espadas flamígeras y cinturones de calaveras.

No sé, en cambio, qué imagen habría elegido cuando Rajoy expresó gratitud a Aznar empleando un tiempo verbal adecuado para un remotísimo antecedente dinástico del cual apenas queda nada salvo la increíble capacidad de perpetuación de Javier Arenas. Y del propio Rajoy, quien no deja de ser un «spin-off» del aznarismo al que le cuajó su propio argumento. Si en el congreso anterior, disputado en Sevilla, ya era posible apreciar un tránsito en el partido con el que Aznar se iba difuminando como los personajes desenfocados de Woody Allen, en este otro congreso de Madrid lo que se percibe es que Aznar fue condenado a «damnatio memoriae» y sólo el Líder se permite la ínfima cortesía de pronunciar su nombre tabú. Como obligó a pensar el vídeo promocional de autobombo, el PP empieza sólo con Mariano, y el relato heroico y fundacional es el de la superación de la crisis, igual que antaño fue el de la lucha contra el terrorismo, de la que tampoco queda apenas recuerdo.

Rajoy ha terminado de consagrar un engendro en apariencia contradictorio pero que emana directamente de su propia forma de ser: un personalismo de perfil bajo pero gigantesco, inequívoco, que no se inflama con retóricas mesiánicas pero tampoco consiente la existencia de nada como no sea en su propia órbita de gregarismos. No es que se sienta fuerte para gobernar. Es que se siente fuerte para adaptar la historia del PP y la de la democracia española a sí mismo, como si todo se le debiera. No está mal para un supuesto tecnócrata discreto.

En ese fulgor, casi costaba recordar que el PP perdió con Rajoy millones de votantes y que sólo la autodestrucción de la izquierda le permite gobernar. De esos votantes perdidos se acordó Cospedal, que se propuso recuperarlos sin mencionar la más que probable causa de su extravío: la pestilente corrupción que ya empezó a enviar gente a galeras con condenas firmes. Estaba la cosa como para sacar a Correa en el vídeo.

Sobredosis marianista

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación