El soberanismo catalán, entre el enfado y la depresión
La ANC reúne a 45.000 personas para presionar a los partidos a formar gobierno
Presión sobre los partidos. La Assemblea Nacional Catalana (ANC) volvió ayer a ejercer de poderoso «lobby» del independentismo con una manifestación que se convirtió en un grito de advertencia a los partidos soberanistas para que se pongan de acuerdo, formen gobierno y avancen «de manera decidida» hacia el despliegue de la República. El soberanismo, con no pocas dosis de depresión, sigue transitando por un mundo imaginario.
Si en la Diada de 2014, la entonces presidenta de la ANC Carme Forcadell ordenó a Artur Mas aquel célebre, «¡presidente, ponga las urnas!» -y Mas las puso para la consulta del 9-N-, ahora la entidad vuelve a intentar marcar el paso. Ciertamente, el momento es otro, y si en 2014 la entidad estaba en su apogeo, en este 2018 la sensación es de desconcierto y cierta depresión. De manera más que gráfica, un dirigente de la entidad resumió el momento: «¿Qué coño está pasando? ¿Qué no se nos está diciendo? ».
La capacidad de convocatoria de la ANC sigue siendo alta -45.000 personas ayer, según la Guardia Urbana- , pero menguante con respecto a convocatorias pasadas. De igual modo, hay dudas con respecto a la estrategia a seguir, las mismas dudas y diferencias que afectan a JpC y ERC. De hecho, la marcha de ayer tuvo una querencia favorable a Carles Puigdemont , y desde el estrado, el mismo dirigente, Jordi Pairó, que se preguntaba qué estaba pasando, no se abstuvo de criticar a ERC, partido que defiende un candidato y gobierno «efectivos». «¿Un candidato efectivo? ¿Uno aprobado por el Estado?», se preguntó.
De hecho, estas diferencias explican que la manifestación de ayer la convocase sólo la ANC, mientras que Òmnium quedó al margen. Aunque su presidente sí estuvo ayer, es evidente que en el seno de las organizaciones civiles del soberanismo se perfilan dos vías: la «legitimista» de la ANC y la de Òmnium, más cercana a ERC.
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