Manuel Marín
Señales de confusión
La disyuntiva del Gobierno entre recurrir a la aplicación o no del artículo 155 de la Constitución y asumir de modo limitado competencias concretas de la Generalitat no se basa en criterios jurídicos. Estos están ya asumidos como parte de un precepto legítimo en defensa de la unidad nacional, por inédita que sea su aplicación. Muy al contrario, es la relevancia de las consecuencias políticas que conlleve la obligatoriedad de invocar ese artículo lo que está dividiendo a los partidos constitucionalistas en extrañas dicotomías: valentía frente a prudencia, dureza punitiva frente proporcionalidad, excepcionalidad frente a normalidad… División frente a unidad, en definitiva, porque la lectura que se haga de la aplicación del 155 solo podrá serlo en términos de cálculos electorales.
Nada de lo que está ocurriendo en Cataluña es normal porque la magnitud del proyecto sedicioso está exigiendo respuestas excepcionales. Asumir el riesgo de aplicar el artículo 155 es una obligación del Gobierno si por otros cauces no consigue evitar una declaración unilateral de independencia. Pero formalmente no es una obligación del PSOE o de Ciudadanos. Al PP le basta su mayoría absoluta en el Senado, y jurídicamente puede invocarlo antes o después del referéndum ilegal. Tanto da, y Rajoy no dudará si fuese la última ratio más allá del coste que conlleve para el PP. Pero del mismo modo que el PSOE ha asumido al fin como un instrumento útil y eficaz la reforma de la ley del TC para la ejecución directa e inmediata de sus sentencias, Pedro Sánchez sigue en un doble juego para aplicar el 155.
Nadie sabe si forma parte de los cálculos de Sánchez, cuyo objetivo es emerger del conflicto catalán como una suerte de salvavidas in extremis sobre un Rajoy desgastado y un PDeCAT destruido. Hay alcaldes del PSC abiertamente independentistas, y el socialismo catalán no se ha planteado abandonar la coalición con Ada Colau en Barcelona. El PSC es un experto en nadar corriente a favor culpando al PP de todos los males en Cataluña y los indicios no son halagüeños para que Rajoy llegue a evitar su soledad. El PSOE solo emite señales de confusión.