Seis meses de terror en Cataluña
Entre 2000 y 2001, el comando Barcelona de ETA asesinó a cinco personas, entre ellas Ernest Lluch, hoy hace 20 años
Cuando dieron el alto a aquel Renault 19 que circulaba con la matrícula y la cerradura forzadas, los dos guardias urbanos no podían imaginar que tenían ante sí al comando responsable de los cuatro últimos asesinatos de ETA en Cataluña. En el coche, interceptado la madrugada del 11 de enero de 2001 en el Paralelo de Barcelona, los etarras José Ignacio Krutxaga y Lierni Armendáriz llevaban la pistola con la que la banda terrorista había matado en las últimas semanas al exministro socialista Ernest Lluch —de cuyo asesinato hoy se cumplen veinte años— y al policía municipal Miguel Gervilla . En el vehículo, que había sido robado, transportaban 15 kilos de explosivos y dos detonadores. Los terroristas tenían planes inminentes para seguir sembrando el terror en Cataluña.
Fueron meses duros en los que el revitalizado comando mantuvo a esta comunidad con el corazón en un puño. Tras romper a principios del 2000 una tregua de 15 meses —con el asesinato en Madrid del teniente coronel Pedro Antonio Blanco — la banda eligió Cataluña como uno de sus escenarios principales para desplegar su odio los siguientes meses. La mañana del 21 de septiembre, ETA tiroteaba en plena calle al concejal del PP en el Ayuntamiento de Sant Adrià del Besòs (Barcelona) José Luis Ruiz Casado . Alberto Fernández Díaz, entonces líder regional del partido, recuerda ahora, en una conversación con ABC, que aquella mañana estaba en el Parlament cuando le llamó el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, avisándole de lo que acababa de suceder. Se plantó en la escena del crimen cuando su compañero todavía yacía en el suelo tiroteado y ensangrentado. Era el primer atentado de un comando en su apogeo.
Del Olmo, Fernández...
Tres semanas después de detonar un coche bomba en unos jardines de la capital catalana —hiriendo a un policía local y a un vigilante—, el 21 de noviembre ETA asesinó a balazos a Lluch en el garaje de su casa . Con 63 años y retirado de la vida política, vivía en la avenida de Chile, a escasos 150 metros del domicilio de Alberto Fernández. De hecho, en un primer momento se creyó que la víctima podía ser el propio Fernández. Los terroristas hicieron explotar el coche usado para el crimen en un descampado. El líder del PP catalán escuchó la detonación y llamó inmediatamente a la delegada del Gobierno, Julia García-Valdecasas. Tenía claro que había sido un atentado. Luego, Lluch apareció tiroteado en su garaje.
El asesinato del exministro socialista fue el que más conmocionó a la opinión pública —se celebraría en Barcelona una multitudinaria manifestación de repulsa a ETA— pero fue solo uno más de una macabra serie . Tres semanas más tarde la banda mataba al concejal del PP en el ayuntamiento barcelonés de Viladecavalls Francisco Cano con una bomba colocada en su coche. El PP catalán estaba en la «diana». «Había madres de concejales jóvenes que venían a preguntarme si sus hijos iban a morir», recuerda con emoción Alberto Fernández. Aguantaron el tipo: solo dos de los 400 cargos electos del partido en Cataluña durante aquellos meses dejaron la política por temor a atentados.
El odio del comando Barcelona —también conocido como Gaztelugatxe— tenía en entonces como objetivo a políticos, pero seguían cayendo también miembros de los cuerpos de seguridad, incluso policías locales. El 20 de diciembre ETA mató a tiros, también en Barcelona, al urbano Juan Miguel Cervilla . Fue tras un fallido intento de matar al periodista Luis del Olmo.
En el Renault interceptado en el Paralelo tres semanas después viajaba Krutxaga, responsable de tres de los cuatro crímenes: los de Casado, Lluch y Gervilla. Su acompañante, Lierni Armendáriz, acabó siendo condenada por el asesinato de Cano . Con esas identificaciones la Policía localizó dos pisos en la capital catalana en los que vivían y guardaban explosivos.
Quedaba parcialmente desarticulado el comando, pero Fernando García Jordá, también miembro del núcleo duro, se escabulló y rehizo un grupo para seguir sacudiendo Cataluña. ETA mataría el 17 de marzo a un agente de los Mossos en Rosas (Gerona), y el comando de García Jordá tenía en su lista a medio centenar de ediles del PP y del PSC. Entre sus planes inmediatos estaba, precisamente, matar a Alberto Fernández con un artefacto camuflado en una maceta. La inminencia de este plan precipitó la operación policial que daría la penúltima estocada al comando. Todo había empezado con aquel Renault 19.