La savia nueva de Prisiones

Un barrendero de Londres licenciado en Empresariales; una doctora en Biología con 17 años de investigación y una maestra con cáncer, entre los 832 que superaron la oposición este año

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José Luis, de 42 años, no ha tenido una vida fácil. Licenciado en Económicas y Empresariales, hace cinco años que llegó a Londres, donde acabó de barrendero. Ahora ha aprobado las oposiciones al Cuerpo de Ayudantes de Instituciones Penitenciarias . Pilar, de 40 años, bióloga con 17 años de experiencia en investigación, parte de ellos en Estados Unidos, y su hermana Esther, de 38, abogada con experiencia, también han conseguido superar este año la prueba. Abigail, de 39 años, es maestra de educación especial y técnica superior en Informática, y un cáncer de cuello de útero se cruzó en medio de los exámenes, que a pesar de todo superó. Alicia es la número 1 de la promoción, la que mejores resultados obtuvo de las casi 13.000 personas que se presentaron...

Es la savia nueva de Instituciones Penitenciarias, que en 2018 pudo hacer la mayor oferta de empleo público de la Administración Central para comenzar a revertir una inquietante escasez de plantilla que, en diciembre del año pasado, se traducía en 2.272 plazas de funcionarios vacantes. El martes, los 832 alumnos que han superado la oposición -sólo 1 de cada 15 presentados- recibirán un diploma acreditativo y antes de fin de mes comenzarán sus prácticas tuteladas en prisiones de toda España.

Otro de los problemas de la plantilla de Prisiones es su media de edad, bastante alta, por lo que es urgente comenzar a rejuvenecerla con la incorporación de nuevos funcionarios. Entre los que han aprobado este año, la media es de 34,6 años , siendo el grupo mayoritario -casi la mitad de los 832-, los que tienen entre 26 y 35 años. En cuanto al sexo, hay 458 mujeres y 374 hombres, una superioridad femenina que ya se daba también entre los candidatos.

La preparación de los nuevos funcionarios de Prisiones está fuera de toda duda. Prácticamente todos ellos son licenciados superiores, y en algunos casos hay además largas trayectorias profesionales de éxito, truncadas o detenidas por distintas circunstancias.

José Luis, murciano de 42 años, es, como se ha dicho, licenciado en Económicas y Empresariales. Hace cinco años, desesperado por la falta de horizonte profesional, se fue a Londres para aprender inglés. «Primero trabajé en un restaurante y luego fui barrendero. Hace dos años me enteré de las oposiciones y me puse a estudiar. Me hice con un temario y lo grabé en el móvil. A las cinco de la mañana me levantaba, empezaba a trabajar a las cinco y media y mientras barría escuchaba la grabación. Si quería competir no tenía más remedio que hacerlo así»...

El año pasado lo intentó por primera vez; pasó el primer ejercicio, pero en el segundo, el de los supuestos prácticos, hizo un examen más flojo y se quedó a tres puntos del umbral. No se desanimó, y este año volvió a la carga. El teórico lo superó con amplitud, y esta vez la segunda prueba no le penalizó tanto. Resultado: sacó el número 156 de la promoción, y asegura que de haber podido preparar mejor el práctico, por ejemplo en una academia, ese número habría sido más alto.

Ahora, la verdad, eso no le quita el sueño porque por fin tiene estabilidad. «Es ahora, con el curso que hemos hecho, cuando empìezo a conocer lo que es este trabajo» , reconoce. Las prácticas tuteladas las hará en Almería, «porque esa cárcel está más cerca de mi casa que la de mi tierra». Era su primera opción y está «ilusionado; me parece interesante lo que voy a hacer, aunque no sé lo que me encontraré dentro».

De sus 40 años, Pilar, una salmantina doctora en Biología, ha estado 17 dedicados a la investigación, varios en el Instituto Nacional de la Salud de Maryland. Volvió a España convencida de que aquí podría continuar su carrera investigadora, pero sólo pudo acceder a contratos temporales. Los laboratorios la contrataban en función de su financiación, de modo que alternaba trabajo y paro.

«Estaba perdida, no sabía qué hacer, valoraba distintas opciones pero no me decidía... Mi hermana Esther, que ya estudiaba la oposición, fue quien me habló de ella. Se me habría un horizonte de estabilidad, un salario mayor y también más tiempo libre, de modo que me matriculé en una academia y me puse a estudiar a fondo... He aprobado a la primera, con el puesto 62»...

No conocía nada del mundo penitenciario ni de Derecho, pero como estudiaba con su hermana ésta le despejaba las dudas. Hará las prácticas tuteladas en Topas, como Esther, y es plenamente consciente de lo que la espera: «A medida que voy conociendo este mundo me doy cuenta de que es un trabajo muy duro y poco valorado, pero tengo ilusión y me parece un reto personal y una oportunidad... Claro que creo en la reinserción de los reclusos, aunque aún no estoy formada del todo para hacer un análisis fundado con conocimiento de la realidad».

Esther también está feliz. De 38 años, es licenciada en Derecho y ha ejercido la Abogacía y llevado asuntos de Penal. Por esa razón conocía el mundo penitenciario. Es, por tanto, vocacional, y para conseguir su sueño ha trabajado muy duro desde 2015, cuando se presentó por primera vez para luchar por una de las 275 plazas que se convocaron entonces. «Aprobé la oposición, pero sin plaza», recuerda.

Los siguientes años se siguió preparando, pero no aprobaba por los pelos. No desfalleció y esta vez ha sacado el puesto 390; podrá estar con su hermana Pilar en el mismo centro penitenciario, al menos en el periodo de prácticas tuteladas. « Se puede hacer muchísimo trabajo para ayudar a la reinserción de los internos , aunque hay personas con las que obviamente es imposible conseguirlo. Aún así, por muy graves que sean los delitos que hayan cometido todos los presos tienen tratamiento», afirma convencida.

Al caso de Abigail, de 39 años, nacida en Barcelona pero andaluza de adopción, casada y madre de una niña de tres años, sólo se le puede poner un adjetivo: admirable. Maestra de Educación Especial y técnico superior de Informática, entre otras cosas, dio tumbos hasta que conoció esta oposición a través de amigos que trabajan en Instituciones Penitenciarias. «Los tres primeros años no aprobé, aunque el segundo fue porque fallé en los casos prácticos y en el tercero me quedé sólo a cinco puestos de ingresar»... No desfalleció, y siguió adelante. Pero en agosto pasado vino el mazazo: «Me diagnosticaron un cáncer de cuello de útero que me obligaba a operarme dos veces antes del primer examen... Estudiar ocho horas diarias en esas condiciones era muy duro, tenía que hacerlo tumbada porque si no los dolores eran muy fuertes. Mi marido lo pasó muy mal, me preguntaba si estaba segura de lo que hacía, y además se ocupaba de todo en casa. También mis compañeros me ayudaron».

Las operaciones pasaron y Abigail aprobó el primer examen, pero aún se enfrentaría a más dificultades. Entre el primer y el segundo ejercicio recibía quimioterapia y además la radiaban, con los efectos secundarios que eso produce: «Le dije a los médicos que se las arreglaran para programar las sesiones porque me iba a presentar a la segunda prueba sí o sí... Me decían que estaba pirada, pero me hicieron caso ; suspendieron el tratamiento dos o tres días para poder examinarme en unas condiciones aceptables, y luego ya lo retomé».

Ha sacado el número 649 y aunque las prácticas tuteladas le habían correspondido en Tenerife, Instituciones Penitenciarias, faltaría más, le ha concedido una comisión de servicios para que las haga en la prisión de Algeciras. «Así puedo trabajar y seguir el tratamiento con mis médicos. Voy a revisión cada tres meses y los resultados son cada vez mejores», dice con alegría contagiosa.

Sobre su trabajo, recuerda que «los presos son personas; quizá por mi faceta de maestra, creo que si están allí es por haber seguido una mala trayectoria personal que les ha impedido ver más allá. Nosotros tenemos que apoyarles para que cambien»...

José Luis, Pilar, Esther, Abigail y Alicia, solo cinco nombres -ellos piden el anonimato-, para cinco historias representativas de los 832 nuevos miembros del Cuerpo de Ayudantes de Prisiones, cuyo trabajo es esencial no sólo a la hora de cumplir el mandato constitucional que fija como objetivo la reinserción social del preso sino también para la política de seguridad de España. Algunas de las últimas operaciones contra el yihadismo y otras muchas con origen en una cárcel así lo demuestran.

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