Mayte Alcaraz
Sánchez y las malas maneras
No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no y no. Diecisiete negativas. Diecisiete broncas en un monosílabo. Así despacha Pedro Sánchez, aspirante a presidir el Gobierno del Reino de España, a «la derecha». Tanto da que esa derecha represente a 7.215.530 españoles. Puede que hasta algún miembro de su familia se halle entre los electores a los que desprecia. Aunque él no lo sepa, una «mácula» de votante del PP existe hasta en las mejores familias. Algunos de sus compañeros se malician lo peor: «Si tiene ese tono cuando no han empezado los problemas, no sé que va a hacer si es presidente», apunta un dirigente territorial del PSOE. No es el único . «Peter», como le llaman sus críticos en Ferraz, «parece malhumorado», añade. Y no solo con Rajoy.
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Dicen los que le conocen que cuando el viernes se reúna con el líder del PP lo hará con el mismo entusiasmo con el que un niño se come un plato de acelgas: que pase rápido el cáliz para que lleguen los espagueti con tomate . Es decir, que lleguen las reuniones a corbata quitada, las citas «progresistas» que tanto animan los periódicos. En el debate a dos de la campaña, correoso y agresivo, se lanzó a la yugular del presidente en funciones y le acusó de «no ser decente». Una semana después, tras los comicios, lo visitó en La Moncloa para decirle, con cara de pocos amigos, que no quería saber nada de él.
Si un político quiere de mayor ser presidente, las buenas maneras no se le suponen: se le exigen
La buena educación se cocina en casa y se mastica fuera. Hay incluso profesiones donde parte de la nómina se paga en concepto de «buenas maneras». El tendero, el funcionario de ventanilla, el pediatra que trata a nuestros niños, el taxista que nos lleva a casa… y el político. Un político es un alto funcionario del Estado que representa a un puñado de millones de personas; y si ese político quiere de mayor ser presidente, las buenas maneras no se le suponen: se le exigen. Por una muesca de matapeperos en la culata , el líder socialista arrea a diestro y rediestro ofendiendo a ciudadanos a los que, en unos meses, pretende representar en Bruselas, Argentina o Sudáfrica, cuando tenga que presidir un Consejo de Ministros vigilado por Pablo Iglesias . Cuando una chupa o dos botones desabrochados en una camisa no arreglen el déficit ni consuelen los llantos que derraman los ERE. Ahora que tiene entrenado el rictus de ajo, quizá piense ejercitarlo cuando, como presidente, frau Merkel le pida contención en el gasto o su amigo portugués Antonio Costa le informe de lo que ocurre cuando uno se pasa por el forro de la camisa blanca los recortes de la Comisión Europea.
Quizá entonces, a los postres de una cena oficial, recupere esa frase tan del gusto de Belén Esteban , que le espetó al presidente en funciones: «¿Qué parte del no, no ha entendido Rajoy?». Bien es verdad que se lo dijo a través de twitter, una herramienta de buena educación, como todo el mundo sabe. Por eso se cartea por esa red social con su autonombrado vicepresidente, como dos quinceañeras quedando en un after. Muy educado todo.
Sin embargo, es probable que dentro de Sánchez habite un tipo elegante. Cuando las primarias de su partido exigían «dientes, dientes», demostró que es capaz de mantener una conversación sin crisparse ni apuntar con el dedo a la pupila derecha del rival. Eran otros tiempos. Bertín Osborne también sabe de esto: las carcajadas de Pedro a cambio del goloso share en campaña todavía resuenan en el salón del presentador en Somosaguas. Sabrá disculpar el secretario general socialista que se le llame Pedro y se le tutee, siguiendo sus sagradas enseñanzas con los periodistas en las ruedas de prensa. Es sorprendente que nadie le haya afeado esa confianza que se permite con la Prensa ignorando la aconsejable regla de marcar distancias con los personajes públicos. Ese magisterio también lo cultiva Manuela Carmena . Será la manera de entender la educación de la nueva política.
Es obvio que la sonrisa se la reserva, por ahora, a los periodistas y a Pablo Iglesias. Lo normal es verle crispado, casi enfadado, como describe un eurodiputado del PSOE. Si Sánchez se enoja ahora que no ha empezado la fiesta, qué no hará cuando compruebe que la Prensa española -como debe ser- no se casa con nadie aunque la llames por el nombre de pila. O cuando sus probables socios morados le arrojen al caos . O cuando los colegas europeos le pregunten con qué dinero piensa pagar el convite que le ha organizado Podemos. Joan Manuel Serrat , al que el candidato a presidente venera, lo cantaba así de dulce: «Cultive buenas maneras para sus malos ejemplos, si no quiere que sus pares le señalen con el dedo».