Sánchez promete como presidente del Gobierno

Torra mantiene el desafío y plantea construir «un estado independiente»

Pedro Sánchez saluda al Rey en la ceremonia en la que juró lealtad a España y a la Constución EP

Tras la publicación del nombramiento en el Boletín Oficial del Estado y una vez prometió su cargo ante su Majestado el Rey Don Felipe en el Palacio de la Zarzuela Pedro Sánchez Pérez-Castejón es ya presidente del Gobierno de España . El séptimo de la democracia española. Por la forma con la que ha accedido al cargo, por ser la primera vez que no va a gobernar la fuerza más votada, por la amalgama de partidos e intereses que le soportan en el Congreso y, sobre todo, por la no resolución del problema catalán, su mandato se anticipa como una permanente fuente de inestabilidad.

Sánchez no tiene todavía nombrado a su gabinete , pero ya tiene encima de la mesa la prueba de cómo va a ser la legislatura. La propuesta de «diálogo» que el líder socialista hizo en su discurso en el debate de la moción de censura tuvo ayer respuesta desde Barcelona. Casi al mismo tiempo en que Sánchez se dirigía del Palacio de la Zarzuela al de la Moncloa tomaba posesión el nuevo Govern de la Generalitat de Cataluña, en un acto cuya coreografía y mensajes fueron la prueba más directa de cuál va a ser el fondo y la forma de la legislatura catalana.

Política de gestos

Así, la toma de posesión de los nuevos consejeros catalanes -que implicó automáticamente la suspensión de la intervención de la Generalitat vía artículo 155 de la Constitución - se convirtió de hecho en un alegato soberanista y una reivindicación de los políticos presos y de los fugados de la Justicia, en una avanzadilla de cúal va a ser el propósito del ejecutivo catalán. Lo dejó claro el presidente Quim Torra. Su pretensión, «avanzar de acuerdo con el mandato del referéndum del 1 de octubre» y constituir «un estado independiente en forma de república». Torra y su gobierno no esconden el propósito, cosa distinta es que esas intenciones se traduzcan en decisiones recurribles penalmente. Por ahora, y tal y como se subraya desde el entorno de Pedro Sánchez , como antes hacía también el Gobierno, se mueven en el terreno de lo simbólico, de la gestualidad.

En este sentido, la neutralidad institucional que se presupone a un acto de las características de una toma de posesión fue por completo burlada por un protocolo que lo convirtió en una ceremonia política de parte. Si alguien esperaba un gesto de distensión, una invitación a desescalar, tuvo respuesta en lo que en realidad fue ayer la primera decisión ejecutiva del gobierno Torra: colgar una pancarta del balcón principal del Palau de la Generalitat con el lema, en catalán e inglés: «Libertad presos políticos y exiliados».

Joaquim Torra, President de la Generalitat, durante la toma de posesión de los consellers del President Torra, ABC

Tanto Ciudadanos como el PP anunciaron que no pensaban asistir al acto al entender que el gobierno de Torra solo pretende trabajar para una minoría de catalanes, temiendo que la ceremonia no respetase el más mínimo decoro y neutralidad institucional. Y así fue. En el salón Sant Jordi del Palau de la Generalitat, una de las sillas en la fila de los que ayer asumieron el cargo estaba vacía, solo ocupada por un lazo amarillo, el mismo color que lucían dos de las consejeras en su atuendo. De igual modo, se reservó un lugar preferente a los familiares de los «presos políticos y a los exiliados», como señaló el conductor de la ceremonia, y estos leyeron cartas escritas por los encarcelados o los huidos. Si Ciudadanos y PP no mandaron a ningún representante, por parte del PSC únicamente estaba el diputado David Pérez como miembro de la Mesa del Parlament y José Montilla en calidad de expresidente. A ambos se les vio especialmente incómodos en un acto que, con un total desprecio de lo institucional, se convirtió en un mitin independentista. Al acto, en calidad de expresidente, asistió también Pasqual Maragall, visiblemente emocionado al tomar posesión su hermano Ernest.

Lágrimas por los fugados

En contraste, y aunque predominaron las lágrimas y la emoción cuando se recordó a los huidos o encarcelados, tanto entre los consejeros nombrados como entre los invitados se respiraba cierta sensación no de euforía pero sí de satisfacción por haber recuperado la institución de la Generalitat después de más de siete meses de intervención vía 155. Tras la toma de posesión de los consejeros, que como Torra el 17 de mayo al asumir el cargo obviaron cualquier mención al Rey o a la Constitución -tampoco hubo visible ningún símbolo del Estado-, el nuevo Govern se reunió por primera vez en la sala habitual donde lo hace el Consejo Ejecutivo, una sala que no se había empleado con tal propósito desde que a finales de octubre, con la proclamación unilateral de independencia del día 27, el Senado autorizó la aplicación del 155 y el gobierno catalán fue cesado. El independentismo regresa pues a Palau.

Lo dejó claro el presidente Torra apelando al «mandato» del 1 de octubre y a su propósito irrenunciable de lograr la independencia . Esta es la divisa del ejecutivo de Torra y la de un Carles Puigdemont que, desde Berlín, felicitó al nuevo Govern: «El camino prosigue, y en buenas manos».

Las proclamas independentistas las combina Torra, desde que el 17 de mayo tomase posesión, con lo que asegura que es una «clara disposición al diálogo», algo que considera «imprescindible para resolver conflictos de la manera que lo hacen en el mundo civilizado». Así, el presidente Torra se dirigió de manera explícita al desde ayer nuevo presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, a quien pidió entablar un diálogo cuanto antes. «Presidente Pedro Sánchez, hablemos, tomemos riesgos, ustedes y nosotros, sentémonos en una mesa, y hablemos de gobierno a gobierno», clamó Torra usando casi la misma expresión que empleó cuando tras visitar a los políticos presos -en su primer acto como presidente- el «president» se dirigió al entonces jefe del Ejecutivo español Mariano Rajoy: «Esto no puede seguir así» .

El PSOE mantiene la calma

La ceremonia de ayer en Barcelona, y la serie de discursos que viene pronunciando Torra desde su nombramiento son un buen indicativo de por dónde se mueve ahora el soberanismo, un permanente bascular entre la política de gestos -pancartas, lazos amarillos, verbo encendido....- y un, por ahora, observable sometimiento a la legalidad, empezando por la designación de un gobierno efectivo, sin consejeros con causas pendientes con la Justicia. El próximo martes -después de una nueva visita el día anterior a los políticos encarcelados- se reunirá por primera vez el ejecutivo, y Torra ya ha anunciado su pretensión de lanzar un plan de «recuperación» de todas las áreas que considera afectadas por la aplicación del artículo 155 , así como la recuperación de las leyes de contenido social tumbadas por el Tribunal Constitucional. Que sus propósitos -al igual que la proclama retórica de «construir república»- se traduzcan en hechos que quiebren la legalidad es un paso que el gobierno de Torra aún no ha dado.

Ni ERC , ni la dirección del PDECat , están por esa labor, menos ahora que su apoyo a la moción de censura de Pedro Sánchez se ha leído como una victoria de los pragmáticos frente a los hiperventilados del núcleo duro de Puigdemont que abogaban por la abstención. Con Pedro Sánchez en la Moncloa, parte del soberanismo confía en una etapa de distensión.

Trabajadores de la Generalitat cuelgan en el balcón del Palau de la Generalitat, una pancarta a favor de la libertad de los presos políticos Oriol Campuzano Manobens

En el PSOE no hubo ayer ninguna reacción oficial a la toma de posesión de Torra. Sánchez y su núcleo duro se afanan en formar el Gobierno . Pero fuentes de la dirección socialista se muestran convencidos de saber gestionar el reto independentista. Su análisis parte de la convicción de que habrá que confrontar más con una escalada simbólica que con hechos consumados. «Mucho ruido y pocas nueces. Ellos ya han hecho un Ejecutivo sin presos ni fugados».

En la dirección socialista se reitera que el nuevo Gobierno tiene respecto a Cataluña una apuesta clara: « Habrá diálogo, queremos recomponer las relaciones institucionales , pero el PSOE ha dado muestras de un compromiso inquebrantable con la soberanía nacional», dice un miembro de la dirección del partido.

Recordando su defensa de la plurinacionalidad, que llevaba meses aparcada, Sánchez aseguró en su discurso ante el Congreso de los Diputados que para él España «es una nación» pero que «existen varios territorios que se sienten nación». En el PSOE insisten en su «mano tendida» para alcanzar acuerdos. En la Declaración de Barcelona suscrita por PSC y PSOE se apuesta por ejemplo por abordar cuestiones del Estatuto de Autonomía de Cataluña que fueron declaradas inconstitucionales más por cuestiones legales de forma que de fondo. Y se cree que hay espacio para impularlas con otro desarrollo normativo. No obstante, en Ferraz dicen que eso es «una cuestión compleja» y que tampoco está en la agenda más inmediata. Y se apuesta porque muchos de los avances que se pueden conseguir en la relación con Cataluña tienen que ver con «trasladar una imagen diferente de España», en palabras de un dirigente del partido.

PNV y Podemos, en la puja

Con Sánchez preparando todavía su Gobierno, todos los partidos que le han aupado a la Moncloa ya le están marcando la agenda y planteando reivindicaciones encima de la mesa. El presidente del PNV, Andoni Ortuzar , señaló ayer que Pedro Sánchez «sabe cuáles son las expectativas que el PNV va a plantear encima de la mesa, y la primera es el cumplimiento de lo que queda del Estatuto de Guernica».

Entre ellas, las que ha venido reivindicando históricamente el PNV son la gestión del régimen económico de la Seguridad Social y la competencia de prisiones. Dos asuntos de alto voltaje a los que seguro se opondrán PP y Cs. El PSOE no ha sido partidario hasta ahora. En Podemos, el secretario de Organización, Pablo Echenique , insistió en un gobierno de coalición. Algo que descartaron ayer los socialistas Margarita Robles y Santos Cerdán.

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