Sánchez entra en «modo campaña»

El presidente en funciones se siente seguro y cómodo mientras Iglesias resulta castigado en los sondeos

Nieto
Manuel Marín

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Definitivamente, Pedro Sánchez parece haber entrado en «modo campaña». Es evidente que no ha renunciado a formar un gobierno en solitario o, alternativamente, uno de «cooperación» con ministros técnico-segundones inspirados por Podemos. Pero también lo es que se mantendrá, como mínimo hasta septiembre, el veto de Pablo Iglesias a cualquier fórmula que no represente un gobierno de coalición con dirigentes de su partido en primera línea del Consejo de Ministros. Hasta ahí, ninguna novedad más allá de que el enquistamiento de las relaciones políticas, y personales -factor relevante, entre Sánchez e Iglesias- ha crecido exponencialmente en las últimas horas, en lugar de aplacarse.

La filtración de conversaciones episódicas, los ultimatos mutuos, la rumorología sobre la creación de supuestas comisiones negociadoras, o los altibajos emocionales recíprocos para que cualquier palabra pueda ser interpretada de modo ambiguo o ambivalente, ya tensan más que destensan el inmenso teatro formado en torno a la investidura . El enfriamiento de las relaciones entre el PSOE y Podemos es absoluto.

De momento, Sánchez no hace más que cerrar cada puerta que pueda verse entreabierta . Ha creado una realidad virtual para simular ante la opinión pública que su exigua mayoría parlamentaria es sólida y autónoma en lugar de dependiente, y que el mero hecho de haber logrado 123 diputados le confiere el derecho absoluto a ser investido sin que el PSOE renuncie a ningún postulado.

Sánchez se autobloquea todas las salidas

Sánchez se ha enclaustrado voluntariamente a experimentar en un cubo virtual con paredes y techo sellados . Por arriba, carece de salida porque Pablo Iglesias no acepta -a no ser que claudique in extremis- un gobierno socialista en solitario, ni cualquier fórmula difusa de Ejecutivo de «cooperación» que objetivamente permita anular a Podemos en el Consejo de Ministros. Por las cuatro paredes carece de fuga posible porque, de momento, se ha cerrado a celebrar una segunda sesión de investidura si fracasa en julio. O primera sesión, o elecciones, han repetido el PSOE y Moncloa en los últimos días.

También Sánchez se ha autobloqueado la salida del cubo a través de la abstención del PP y Ciudadanos. Y además, como un mimo encerrado y rehén de sí mismo, carece de una salida voluntaria posible por el suelo: dispone de encuestas que alcanzarían hasta los 150 diputados en caso de repetición de elecciones en noviembre y, sobre todo, ejerce tal autoridad y control interno en el PSOE, que nadie alza una mínima voz crítica frente a sus decisiones. Se siente seguro y cómodo dentro del cubo mientras Podemos resulta castigado en los sondeos. De momento, Sánchez hace oídos sordos a quienes le alertan del peligro de una desmovilización de la izquierda electoral si hubiese nuevas elecciones.

Reforma constitucional, una cortina de humo

Por eso se ha permitido reafirmar su campaña de victimismo en los últimos días. Moncloa presenta a Sánchez como víctima de los demás partidos , de su tacticismo bloqueante y de sus vetos obsesivos. Sánchez no se presenta ante la opinión pública como el aspirante a presidente que debe concitar los apoyos imprescindibles para una investidura, sino como un triunfador a quien los demás competidores le niegan el pan y la sal.

También por eso ha optado por activarse de nuevo en modo electoral. Si no, carecería de sentido la cortina de humo lanzada el viernes ofreciendo a PP y Ciudadanos una reforma constitucional que impida en el futuro cualquier bloqueo paralizante de una investidura y que garantice al partido con más escaños poder gobernar. Se trata de una reforma del artículo 99 de la Carta Magna que, además, contradice los propios planteamientos tradicionales del PSOE y que ya en su momento fue despachada con cierto desprecio por la Ejecutiva socialista cuando años atrás el PP hizo pública una oferta de pacto en ese sentido.

La oferta de una reforma electoral es otra trampa dialéctica en toda regla tendida a PP y Ciudadanos bajo la certeza de que será irrealizable a corto plazo por dos motivos: primero, porque hoy no conviene al centro-derecha, y segundo, porque plantea relevantes problemas jurídico-técnicos alusivos a la desnaturalización de la figura y las competencias del Rey, y porque podría alterar el sentido real de la figura de la moción de censura.

Desde esta perspectiva, no resulta creíble en modo alguno que Sánchez desconociera -como ha afirmado- la carta dirigida a PP y Ciudadanos por 66 diputados y exdiputados socialistas planteando al PP una abstención técnica por responsabilidad de Estado. En esto también, el aroma electoralista que desprende Ferraz es notable.

Cambia su argumento contra Iglesias

Otro dato más que apuntala la tesis de que Sánchez medita seriamente la opción de celebrar nuevos comicios generales en otoño es el nuevo argumentario para vetar a Podemos. Llegado el caso, sostiene Sánchez, Pablo Iglesias se negaría a aplicar desde el Consejo de Ministros el artículo 155 de la Constitución en Cataluña para el caso de que se repitiese un desafío al Estado como el 1-O. Esto es indiciario, a juicio de los socialistas, de que el modelo territorial y de Estado que defienden uno y otro partido es incompatible, y por tanto es otra barrera infranqueable en sus supuestas negociaciones.

Sin embargo, nunca fue infranqueable para pactar la moción de censura o para la aprobación de unos Presupuestos Generales fallidos, que si decayeron no fue por culpa de Podemos, sino de ERC. El argumento no se sostiene para el PSOE sino desde la óptica del oportunismo táctico más milimetrado en busca de coartadas contra Iglesias. Sánchez no ha explicado por qué lo que sí le servía en junio de 2018 para la destitución de Mariano Rajoy, no le sirve en julio de 2019 para gobernar.

Iglesias es consciente de que la confusa negociación propuesta por Sánchez es tá predeterminada a anular a Podemos del modo más rápido, quirúrgico y humillante posible. Esta nueva versión de Sánchez para la resolución de la crisis de Cataluña no cuadra, salvo que esté en proceso de recabar un voto progresista y moderado. De hecho, nunca había aludido al 155 en los últimos seis meses salvo para sostener con contundencia que se negaría a aplicarlo. Ahora, lo resucita como argucia contra Iglesias.

La «idiotez» y el insulto a la inteligencia del PSOE

Ese ninguneo personal y los vetos a los que Sánchez somete a Iglesias han colmado la paciencia de la dirección de Podemos , que incluso se expresa ante la opinión pública de modo irritado. Los argumentos de Sánchez son «una idiotez», ha llegado a decir textualmente Iglesias. La investidura prevista para la próxima semana está abocada al fracaso. Y si todo se replantea bajo estas mismas condiciones invariables en septiembre, cualquier hipotética convocatoria del Congreso arrojaría idéntico resultado. Todo ha llegado a tal punto de reduccionismo, que solo se dirime en términos de «Iglesias, sí / Iglesias, no». Sin matices.

La réplica de Podemos, activando una consulta entre sus bases sobre su preferencia por un Gobierno en solitario del PSOE, o un gobierno de coalición con Podemos, no deja de ser un insulto a la inteligencia del socialismo. Y de las propias bases de Podemos. Primero, porque es impensable que Iglesias diseñe ese referéndum interno con un mínimo riesgo de que lo vaya a perder. Y segundo, porque la elección que plantea a su militancia está viciada de origen y representa, de facto, una consulta sobre la autoridad y liderazgo de Iglesias ante 190.000 «inscritos». Recuerda demasiado a aquella otra consulta en la que las bases avalaron la adquisición por parte de Iglesias de su vivienda en la sierra de Madrid.

Iglesias fuerza un salvoconducto que lo exculpe

Este referéndum interno no es solo un modo de presionar a Sánchez para que retome la iniciativa en septiembre recapacitando sobre la procedencia de incluir a Iglesias, y a otros ministros podemitas, en el Consejo de Ministros. Es, en realidad, una manera de plantear a Sánchez un chantaje emocional y lograr un salvoconducto con el que Iglesias gane tiempo hasta septiembre sin parecer el culpable de que la izquierda no pacte, y sin ver debilitado su liderazgo. Con ese sondeo-farsa, Iglesias dispondrá de un salvoconducto y tendrá un «mandato» vinculante que le maniate para no cambiar de criterio in extremis en julio y sacudirse la presión ejercida por el PSOE.

La ilusión óptica de una negociación que Sánchez objetivamente no está llevando a cabo para sellar su investidura se completa con el resto de actores imprescindibles. El PNV lamenta que el PSOE no se ha sentado seriamente a pactar con ellos medidas de legislatura. Lo mismo, Compromís, cuya disposición favorable a avalar a Sánchez es conocida. ERC también continúa a la espera, pero Sánchez ni siquiera ha amagado aún con activar esa palanca, incluso aunque los republicanos catalanes lancen guiños a diario y sigan presionando a Iglesias para que ceda.

El hartazgo de los demás socios a la espera

Todos estos partidos empiezan a sospechar que Sánchez sí sopesa la opción electoral como salida plausible. Del mismo modo que, a día de hoy, dan por segura una investidura fallida en julio, y no tienen indicio alguno de que en septiembre vaya a activarse una segunda sesión de investidura. En cualquier caso, nada es descartable. Nada. Ni siquiera que todo sea una representación teatral, un guión de guerra psicológica o un manual de resistencia política que finalmente permita someter a Sánchez, o a Iglesias, frente a quienes claman contra la repetición de elecciones como un nuevo fracaso de nuestra democracia.

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