Pedro Sánchez consigue su objetivo y aboca a España a nuevas elecciones
Don Felipe constató que «no existe un candidato que cuente con los apoyos necesarios»; el lunes terminará el plazo y disolverá las Cortes
Sesión de control, previa a la repetición de elecciones, en directo
Así serán las elecciones generales del 10 de noviembre según las encuestas
Después de dos días de consultas a los quince partidos políticos, el Rey constató ayer lo que era evidente: que cinco meses después de las elecciones ningún candidato cuenta con los apoyos necesarios para ser investido presidente del Gobierno. Una vez agotado el plazo constitucional, que finalizará el lunes, y salvo que ocurra un improbable milagro de última hora, Don Felipe disolverá las Cámaras y convocará nuevos comicios, que se celebrarán el 10 de noviembre. Serán las cuartas elecciones generales en menos de cuatro años y un nuevo fracaso político para Pedro Sánchez.
Poco después de que el Rey cerrara con Pedro Sánchez la séptima ronda de consultas de su reinado, Don Felipe citó a la presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, para comunicarle su decisión y después Zarzuela hizo público un comunicado en el que señalaba lo siguiente: el Rey «ha constatado que no existe un candidato que cuente con los apoyos necesarios para que el Congreso de los Diputados, en su caso, le otorgue su confianza». En consecuencia, Don Felipe comunicó a Batet que «no formula una propuesta de candidato a la Presidencia del Gobierno. Todo ello a los efectos de lo previsto en el artículo 99 de la Constitución».
Según el artículo 99.5 de la Constitución , «si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del presidente del Congreso».
Hasta ahora, en los 42 años de democracia, solo se había producido una legislatura fallida en España. Fue la que tuvo lugar entre diciembre de 2015 y junio de 2016. Tras las elecciones del 26 de junio, Mariano Rajoy logró formar Gobierno, pero ese mandato terminó abruptamente dos años después, cuando prosperó la moción de censura que Sánchez presentó contra Rajoy y se agravó la inestabilidad política . Tras casi un año de gobierno, Sánchez convocó elecciones el 28 de abril y, cinco meses después, los españoles tendrán que volver a las urnas por su incapacidad para reunir apoyos.
Con calculado retraso para entrar en directo en los telediarios , Sánchez comparecía en Moncloa para arrancar su campaña electoral. Contra toda evidencia dijo haber hecho «todo lo posible» y culpó de la repetición electoral especialmente a Pablo Iglesias, al que acusó de «reincidente». Pero también a PP y Cs por «no asumir» el resultado electoral.
Sánchez remata su plan
Así terminó una jornada en la que se siguió alimentando la confusión por parte de los partidos. Los socialistas, que mantenían su intención de no acudir a la investidura si no sumaban los apoyos necesarios, trabajaron en lograr ese escenario. Desde Ferraz se informó a primera hora de la mañana de que Pedro Sánchez iba a llamar por teléfono a Pablo Iglesias, Pablo Casado y Albert Rivera. El objetivo era conocer «su decisión final» respecto a la posibilidad de facilitar su investidura. Es decir, el presidente en funciones apremiaba a las otras tres fuerzas principales de la cámara a que le anticipasen su posición.
Después de todo agosto y medio septiembre sin contactar con ellos, Sánchez realizó esas llamadas para poder acudir a Zarzuela con un balance de sus apoyos. Con el objeto de manifestar al Jefe del Estado que no contaba con los apoyos suficientes para evitar la propuesta del Rey .
Y es que no hizo Sánchez ningún gesto para tratar de atraer los apoyos que pudiera necesitar. Al contrario. Porque de esos intercambios telefónicos Podemos y el PP salieron como entraron, en la abstención y en el voto en contra, pero además Cs transitó de su posible abstención al «no».
Albert Rivera envió por la mañana una carta solicitando una «reunión urgente» para tratar las condiciones que anunción en la víspera. En su llamada Sánchez le manifestó que le acababa de remitir una carta. Pero ese intercambio epistolar terminó por cerrar una vía que los socialistas nunca consideraron seriamente por considerarla simplemente una maniobra de Rivera.
La misiva de Sánchez insistía en la idea de que ya cumple con las inquietudes planteadas por Rivera en su «tardía comuniación». Ante esa respuesta Ciudadanos cerró esa puerta por completo, si es que alguna vez fue factible, al considerar la respuesta «una tomadura de pelo» , «una colección de emntiras» que no estaba a la altura de un candidato a la presidencia.
Minutos antes de eso el PSOE informaba de que en su conversación con Pablo Casado el presidente del PP había anticipado su voto contrario a la investidura, lo que de facto anulaba la operación Rivera. No es menor el detalle de que Sánchez invirtió el orden de llamadas que marca la representación de cada partido. Y no llamó a Rivera hasta que supo de boca de Casado el sentido de su voto.
No confirmó los pronósticos, de quienes pensaban un giro, Pablo Iglesias, que anunció su abstención al no prosperar un Gobierno de coalición. Posición que revisaría, incluso a través de una consulta a la militancia, en caso de un eventual pacto entre PSOE y Ciudadanos. Su discurso tuvo importantes mensajes de lo que será una campaña electoral de confrontación con Pedro Sánchez.
Iglesias alimentó la posibilidad de que Don Felipe pospusiese su decisión de encargar o no la investidura, pese a que Zarzuela ya lo había descartado, al ver «razonable» este escenario para que Sánchez eligiera entre ellos y Ciudadanos.
El diagnóstico de Iglesias, respecto a la responsabilidad de Sánchez, lo comparte Rivera, que instó al presidente en funciones a elegir a izquierda o derecha. Pero Sánchez eligió elecciones, lo que desde agosto estaba claro. O la rendición del resto o de nuevo a las urnas. Ayer ya empezó una campaña en la que reclamará el voto de la estabilidad: «El próximo 10 de noviembre tenemos una oportunidad de decir las cosas mucho más claras».