Sánchez compadrea con los secesionistas mientras el Gobierno vuelve a agrietarse
El jefe del Ejecutivo trató «a patadas» a PP y Cs pero pidió «disculpas» a Bildu
Más de seis meses –desde el 3 de junio– llevaba el Congreso esperando que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez , se dignara a rendir cuentas por la pandemia y el nuevo estado de alarma. Sin embargo, el debate sanitario quedó completamente eclipsado por la introducción de un sinfín de temas que abarcaron desde la inmigración irregular, al Sáhara, los fondos europeos, el Brexit, el Ejército, los autónomos, Estados Unidos o China , de la mano del Gobierno que introdujo los tres últimos debates europeos en el mismo punto que el repaso al estado de alarma.
En esta «porrusalda», como la definió el portavoz del PNV, Aitor Esteban , no podía faltar una nueva bronca política por el Consejo General del Poder Judicial en la que Pedro Sánchez volvió a enfrentarse agriamente con el líder del PP, Pablo Casado . «Cumpla la Constitución y actúe con sentido de Estado», le exigió, «ustedes perdieron y nosotros ganamos, acéptelo», espetó. «Usted es el que no acepta que el pacto sea entre los tres quintos de la Cámara, –porcentaje que alcanzan PP y PSOE– y que no acepta que se despolitice y profundice la independencia judicial», replicó Casado. «Ya no sé como decírselo. Se lo dije ayer por teléfono. Le hemos ofrecido solo hoy ocho acuerdos», continuó.
Frente a las acusaciones y recriminaciones al líder del PP, Sánchez compadreó abiertamente con los portavoces de ERC, Gabriel Rufián , y EH Bildu, Mertxe Aizpurua . A estos les dio varias veces la razón durante el debate, desplegando en tono momento un tono amable que contrastó fuertemente con el desprecio y la hostilidad que dirigió a los representantes de los grupos constitucionalistas.
Foto con Bildu
«A la oposición nos trata a patadas», censuró Casado mientras la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas , echaba en cara al presidente que «peloteara» a los secesionistas. Y esto fue antes de que Sánchez pidiera «disculpas» al diputado de EH Bildu Oskar Matute «por no responder plenamente a su pregunta» durante la sesión de control, cuando no había contestado a prácticamente ninguna de las planteadas por Casado, Arrimadas o, por supuesto, el líder de Vox, Santiago Abascal , a lo largo del debate.
En medio de todo ello se dio la circunstancia de que Sánchez solicitó a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, interrumpir la sesión justo cuando tenía que intervenir Aizpurua . Y tras declararse este descanso -completamente inhabitual- Sánchez se dejó fotografiar intercambiando impresiones con la portavoz de EH Bildu. Una imagen –la de un jefe de Gobierno departiendo relajadamente con los herederos del brazo político de ETA–, que los distintos presidentes del Gobierno intentaban evitar hasta el momento pero que con el Gobierno Sánchez-Iglesias empieza a normalizarse.
Más ataques a la Justicia
Este compadreo se produjo tan solo unas horas después de que tanto Bildu como ERC y Podemos utilizaran el hemiciclo para lanzar una lluvia de insultos sobre el Poder Judicial , su presidente, Carlos Lesmes, o el Tribunal Supremo, en la que les acusaron de franquistas o prevaricadores.
Ayer mismo volvieron a escucharse en el pleno ataques a la Justicia con el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, preguntándose retóricamente si será muy distinto el chat en el que un militar retirado hablaba de fusilar a millones de españoles con el que tendrán los magistrados de la Sala Segunda del Tribunal Supremo. Además, se revolvió contra otro de los colectivos que ejercen de contrapeso del Gobierno, los medios de comunicación, asegurando que los periodistas son hoy un instrumento al servicio del golpismo de Estado.
Aizpurua, por su parte, continuó su campaña de desprestigio a los jueces asegurando que «en este Estado la justicia no es justicia, es venganza» , para asegurar que existen «fuerzas reaccionarias agazapadas en los poderes del Estado». En esta línea, no dudo en catalogar a magistrados, militares y periodistas conservadores como del «régimen».
El presidente del Gobierno no entró a valorar ni a condenar estos comentarios. A cambio, se esforzó en ensayar un estilo parlamentario socarrón, ciertamente impostado, con el que dirigirse a la oposición. Algo de lo que Inés Arrimadas se quejó amargamente y que Casado definió como «un monólogo del club de la comedia en un funeral» . Sánchez utilizó ese estilo minutos antes para definir la agenda del PP como «lunática» y la de Vox como «marciana». «Baje usted del Falcon, toque tierra, mire a los ojos a los médicos, a las familias, a los españoles, los parados lo jóvenes emigrados y dígales dos palabras: gracias por lo que han hecho y perdón porque presido un Gobierno que es incompetente, ha mentido y que es tan arrogante de no reconocer el daño infligido en la sociedad española«, exigió Casado.
Las diferencias se acentúan
La sesión se desarrolló en un contexto en el que han vuelto a aflorar las tensiones en el seno del Gobierno. Una crisis que se concentra en dos frentes. En primer término en el seno del Ejecutivo donde Pablo Iglesias y sus ministros libran todas las batallas posibles para condicionar la agenda económica del Gobierno. Las discrepancias en este aspecto han sido constantes desde que se formó el Gobierno, pero las tensiones se disparan cuando Podemos destripa las diferencias en público apuntando a ministros concretos . Es una práctica que no es nueva, pero que este martes se volvió a emplear contra la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera, por lo relativo a los cortes de suministros. Estos pulsos se asumen en el seno del Ejecutivo. Iglesias los alimenta y Sánchez no los frena, sino que los decanta. No en poca ocasiones a favor de su socio minoritario.
Pero las críticas contra la Monarquía y el Poder Judicial son más difíciles de digerir. En estas cuestiones Iglesias ha bajado el perfil en las últimas fechas, mientras deja a sus dos arietes en el Congreso, Jaume Asens y Pablo Echenique , destacarse con discursos simétricos a los independentistas. Esa estrategia de desdoblamiento está dando margen público a Sánchez para no desautorizar a Iglesias por cuestiones sensibles. También se ha visto en esa tesitura la portavoz María Jesús Montero, minimizando las críticas al ceñirlas exclusivamente al grupo parlamentario de Podemos y no al seno del Gobierno.
Esos discursos no generan sintonía en el PSOE. Pero tampoco se encuentra a nadie que demande al presidente del Gobierno un volantazo. O una desautorización pública. Aunque muchos lo desearían. En La Moncloa se contentan con el diagnóstico de que «esas palabras no representan al Gobierno» . Y remiten a las pronunciadas por el titular de Justicia, Juan Carlos Campo, el martes en las que negaba cualquier fin político o partidista en las decisiones de la Justicia. «El ministro fue contundente», insisten.
«Nos coloca a la defensiva»
Sin embargo la hostilidad de UP está incrementando el malestar en el seno del Ejecutivo. «Nos coloca a la defensiva y hablando de temas que no interesan a la gente», afirma un ministro consultado que lamenta que estos ataques a la Justicia y la Monarquía «dan argumentos al PP en su estrategia de bloqueo del CGPJ».
Otro miembro del Gobierno consultado constata que Iglesias «no está cumpliendo» su compromiso de respetar las directrices del PSOE en asuntos de Estado . Este miembro del gabinete considera que todo tiene que ver con que Iglesias «se ha dado cuenta durante la gestión dramática de la pandemia que sus competencias reales son muy limitadas y que incluso en las que tiene capacidad de decisión tiene filtros por encima», explica. «Han llegado a la conclusión de que necesitan reforzar su perfil contestatario aunque estén en el Gobierno para no perder su espacio político», insiste este ministro. Desde el ala socialista se reclama «paciencia» con Iglesias porque «ya sabemos cómo juega sus cartas». Es en este espacio del Gobierno donde desde hace semanas se viene fantaseando con la posibilidad de que el presidente del Gobierno gane margen de actuación tras la aprobación definitiva de los Presupuestos.
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