El trabajo sucio

La ley que limita los alquileres de viviendas, otro insólito paso hacia la planificación de la economía catalana

Salvador Sostres

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La vieja Convergència, hoy llamada JxCat, ha liderado contra su tradición, sus supuestos principios y los intereses económicos de buena parte de sus representantes y votantes la aprobación de una ley para regular los precios de alquiler de las viviendas en Cataluña. Preguntados algunos de los diputados favorables a este nuevo e insólito paso hacia la planificación de la economía catalana, la respuesta ha sido tajante: « Hemos votado esta Ley porque sabemos jamás va a aprobarse. Gracias a Dios, el Constitucional nos librará de ella. Es infumable».

La idea de los convergentes es quedar bien con la CUP, por si necesitan su apoyo en el próximo invierno, que será electoral en Cataluña, y hacerle la pinza a Esquerra, arrebatándole uno de los puntos más llamativos de su agenda social. « Pero sólo porque sabemos que algunos de sus artículos son tan flagrantemente anticonstitucionales que no van a tener ningún recorrido». Además de la estrategia partidista, uno de los diputados consultados entiende que «de esta manera quedamos bien con los desfavorecidos, y a precio cero, porque votamos una ley que piensan que les beneficia y que a nosotros no nos va a perjudicar porque no va a pasar».

Por afán electoral, para trabajarse futuras alianzas -o evitar vetos- y porque la dejadez intelectual se ha ido apoderando de todas las capas de un nacionalismo que todo lo que tenía de tosco en la política lo tenía de sensato en la economía, JxCat se alinea con los sectores más izquierdistas de la política catalana. Y también «para buscar otro elemento de confrontación con el Estado. Será otra ley que nos anulan, otra humillación, otro agravio».

Hay una constante en la política catalana y es que mientras la burguesía coquetea con la extrema izquierda, Madrid tiene que acudir al rescate de los burgueses que tanto se quejaban y tantas lecciones daban desde su sentimentalismo regional tan pasado de azúcar como falto de sentido común.

Lo mismo que durante la República algunos ricos catalanes creyeron que podían hacer la independencia con la FAI, creyendo que serían más catalanistas que anarquistas, y acabaron con un tiro en la nuca, abandonados en las cuneta de la Rabassada; Artur Mas quiso con la CUP arrinconar a Esquerra y los antisistema le cortaron la cabeza tirándolo, como ellos mismos dijeron «a la papelera de la Historia» y poniendo punto y final, del modo más ridículo y vergonzoso, a su carrera política. Esta vez no lo asesinaron, es cierto. No hay que despreciar nunca el progreso.

Madrid, el Estado o España -«han convingut molts noms a un sol amor»- llegan siempre a salvar a los burgueses catalanes, y no sólo a los burgueses, sino también y en general a la clase media, aunque a veces no nos hemos podido ahorrar el recuento de cadáveres. Pero si Franco pudo mandar durante 40 años fue gracias al apoyo mayoritario, e incluso muy mayoritario, de la sociedad catalana, a la que le devolvió lo que la República le había saqueado, y favoreció su industria y su comercio con una muy proteccionista política arancelaria.

El presidente Rajoy llegó a tiempo de evitar mayores desgracias aplicando el artículo 155 , metió al gobierno de la Generalitat en la cárcel y al día siguiente, la colección entera de soldaditos del procés acudió en fila a trabajar como si no hubiera pasado nada, reservando su capa de héroes para las demostraciones folclóricas, cada vez más impotentes y alocadas, incluyendo la quema de containers.

La aprobación de esta ley para regular los precios de las viviendas de alquiler, que arruinaría a centenares de votantes y cuadros convergentes, no constituye ningún cinismo desconocido pero parece hoy más descarnado porque tras haber sido derrotado, ya no puede el independentismo revestir de épica su infinita cara dura. Yo de verdad que no entiendo como el Estado, el aparato del Estado independientemente de si mandan socialistas o populares, no se da cuenta de que la única reivindicación real del catalanismo político es que España les haga cada tanto el trabajo sucio para que ellos puedan continuar jugando a ser los diferentitos.

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