Rodolfo Martín Maria

Sin la inteligencia, el valor, la generosidad y la determinación de personas como tú, yo no habría podido ser el niño que creció feliz, libre y seguro, ni mi hija habría podido tener esta vida

Martín Villa, en una imagen de archivo de una entrevista con ABC en 2007 JULIÁN DE DOMINGO
Salvador Sostres

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Te he puesto de segundo apellido el nombre de mi hija. No sientas que ofendo la memoria de tu madre y más bien tómalo como el homenaje de un padre agradecido. Porque yo al final lo que soy es el padre de Maria, y lo que fui es uno que nació en 1975, entre la muerte de Franco y la coronación del Rey Juan Carlos. No era obvio lo que sería de nosotros ni era fácil llevar a cabo aquella idea, aunque indiscutiblemente fuera la buena. Sin la inteligencia, el valor, la generosidad y la determinación de personas como tú, yo no habría podido ser el niño que creció feliz, libre y seguro, ni mi hija habría podido tener esta vida. Mañana cumple 9 años. Yo ya tengo 45. Ni ella ni yo podríamos explicarnos sin ti. Me gusta llamarte Rodolfo Martín Maria y me gusta tributarte este homenaje desde lo que más quiero. A lo largo de mi edad, he visto que te insultaban de todas las maneras posibles. También he visto como tu talento y tus capacidades han sido largamente reconocidos, en lo privado y en lo público. Pero hace tiempo que quería hablarte desde esta intimidad fundamental, que muchas veces no tenemos en cuenta cuando hablamos de política y que los grandes políticos como tú contribuís a preservar y a enriquecer.

Quiero también insistir en la idea de la generosidad: si la Transición fue posible -mi querido Daniel Tercero siempre lo dice- fue porque todos estuvisteis dispuestos a ceder en algo. Seguramente en mucho. Aquella generosidad parece hoy un espejismo. Los que a la Transición la llaman un «candado» son los mismos que nos llevaron a la guerra y los que si la hubieran ganado habríamos caído en la devastadora influencia del Pacto de Varsovia. La Transición superó su atraso con una magnífica lección de modernidad , de aseo y de entendimiento, y aquí estamos mi hija y yo, con nuestras vidas libres, prósperas y tranquilas para agradecértelo. Luego están también las cuestiones técnicas, y si tú tomas a cualquier ministro del actual gobierno es insultarte compararle contigo. Pero no sólo de este gobierno. Pocos ministros de la democracia pueden igualar tu clase política, tu minucioso conocimiento de España y los servicios que nos has prestado. Culparte de lo de Vitoria es no saber de qué eras ministro cuando aquello sucedió. Y pese al respeto que has mostrado por la Justicia, y tu disposición a colaborar con ella, has de concederme que tiene una significativa dosis de chiste que una desequilibrada jueza argentina nos mande a giro postal lecciones de democracia. Presidentes de la derecha y de la izquierda te han mostrado estos días su gratitud y su reconocimiento. Te dejo también mi sentido abrazo y los dos besos de Maria -uno por mejilla-.

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