Cuando nos volvimos inteligentes
Con Manglano, no sólo España fue aceptada sino que el teniente general se retiró como decano de los directores de inteligencia de Europa
Emilio Alonso Manglano es el artífice de la inteligencia española. Con él dejamos de ser, en este terreno, tercermundistas, para tener uno de los servicios más respetados de Europa. Cuando en 1981 llegó al cargo, no le recibía ninguno de sus homólogos, y a duras penas se le ponían al teléfono. El CESID no tenía entonces acceso a las dos conferencias de inteligencia que se celebraban periódicamente en Europa: Berna, de carácter más general, y Medi, más específicamente dedicada a los países de la costa mediterránea y del norte de África. Con Manglano, no sólo España fue aceptada de pleno derecho en estas reuniones sino que el teniente general se retiró como decano de los directores de inteligencia de Europa, y siendo él quien recomendaba o vetaba la participación de nuevos miembros en los mencionados y esenciales encuentros.
Más allá del malestar o la angustia que la publicación de sus archivos pueda causar, Manglano modernizó, profesionalizó y prestigió el servicio de inteligencia español hasta convertirlo en clave para la seguridad del continente. Entre sus muchos logros, está el de haber sido el primer jefe de espías occidental que pudo entrar en la sede central de la KGB, antes de la caída del Muro y de la desintegración de la URSS.
Manglano fue la cara B de la proyección internacional que el rey Juan Carlos le procuró España. Si Su Majestad trabajó la relación institucional y comercial con las demás potencias, el teniente general desarrolló la relación interna, de confianza y confidencialidad con aquellas naciones a las que hoy, en todos los sentidos, llamamos nuestras aliadas.