ANÁLISIS
De Rosa de Fuego a paraíso del pirómano
«Cuando ayer, en Villa Giulia os liasteis a mamporros con los policías, ¡yo simpatizaba con los policías! Porque los policías son hijos de pobres» (Pier Paolo Pasolini)
El 1 de marzo se cumplirá el 70 aniversario de la huelga de tranvías que paralizó Barcelona. La subida del billete en la España de cartilla de racionamiento provocó una gran protesta contra el Régimen: nadie subió al tranvía. Hubo lanzamiento de piedras a los vehículos, alguna ventanilla rota y sabotaje de troles. El boicot culminó el 12 de marzo con una manifestación, que el gobernador Baeza Alegría, reprimió con violencia. Al final, cayó el gobernador y el billete de tranvía recuperó la tarifa anterior.
Barcelona ha conocido diversos estallidos de violencia en su crónica industrial : en 1835, una masa descontenta por la corrida de San Jaime se lanzó a la quema de conventos de la Rambla. No eran los toros. Marx vaticinó que la revolución comunista comenzaría en el Londres que describió Dickens; muy parecido a la Barcelona que estudió Cerdà: en 1856, la esperanza de vida de un obrero no superaba los cuarenta años.
El anticlericalismo se reeditaría en la Semana Trágica de 1909 y el verano del 36. Entre 1919 y 1923, la media de muertes por los enfrentamientos entre sindicalistas y pistoleros de la patronal superaba al Chicago de Capone: la burguesía catalanista apoyó a Primo de Rivera para diera el golpe y acabase con los cenetistas.
Cien años después, los herederos de aquella burguesía somatenista 'comprenden' que una turba incendie la ciudad en defensa de un tal Rivadulla que no ha ido a la cárcel por cantar , como afirman la portavoz Meritxell Budó y la 'gauche caviar' de Galapagar; ingresa por varios delitos, entre estos, amenazar a un testigo o agredir a un periodista de TV3, la misma televisión que demoniza a las Fuerzas del Orden y victimiza a las fuerzas del desorden. Recordemos cuando Arzalluz llamaba a los proetarras «los chicos de la gasolina».
Esta juventud debe estar harta de muchas cosas, sobre todo de tener los bares cerrados, y se apunta a un bombardeo. Nada qué ver con los proletarios y los 'niños yunteros' de Miguel Hernández; ni con los soldaditos condenados a morir en el Rif, mientras el 'hereu' del patrón pagaba para eludir la carnicería.
Quienes reivindican la libertad de expresión y agreden a los periodistas son como los estudiantes que Pier Paolo Pasolini desenmascaró en 1968: «Tenéis cara de hijos de papá… Sois miedosos, irresolutos y estáis desesperados (¡magnífico!), pero también sabéis cómo ser prepotentes, chantajistas, seguros y desafiantes: prerrogativas pequeño-burguesas, queridos…».
Por mucho que se declaren antifascistas, quienes queman Barcelona, mientras podemitas (es su naturaleza) y separatistas (devotos del desborde pirómano) los 'comprenden', son enemigos de comerciantes, autónomos, camareros , del repartidor que ve su motocicleta calcinada o la doméstica que no puede volver a una habitación realquilada. De las clases productivas que con sus impuestos sufragan la escuela que ellos desperdician.
Volvamos a Pasolini: «Cuando ayer, en Valle Giulia os liasteis a mamporros con los policías, ¡yo simpatizaba con los policías! Porque los policías son hijos de pobres. Vienen de las periferias: campesinas o urbanas, no importa… ¡Bonita victoria, pues, la vuestra».