Curri Valenzuela

Rivera no es del PP

CURRI VALENZUELA

los dirigentes del PP han descubierto, quizás demasiado tarde, que Albert Rivera no es uno de los suyos. Extrañado, el líder de Ciudadanos, se duele de que le llaman «!traidor!» desde la bancada popular cuando se sienta en su recién estrenado escaño del Congreso de los Diputados. Más se molestará si se entera de que unos ministros se pasan a otros el whatsapp que le representa como un pomelo. «Naranja por fuera, rojo por dentro», dice el texto que acompaña a la imagen.

Rivera no es del PP, es de Ciudadanos. Pero en el Gobierno y en el partido que le sustenta han ignorado esta circunstancia desde que la formación naranja comenzó a subir en las encuestas al mismo ritmo que descendían los populares, lo que aceptaron resignados a que Rivera se llevara «prestados» unos votos que, suponían, servirían para apuntalar su mayoría parlamentaria cuando llegara el momento que no llegó cuando se contaron los votos el 20-D.

Rivera ha acabado pactando con Pedro Sánchez y en el PP no disimulan su indignación por lo que consideran una traición en toda regla, por mucho que el objeto de su ira explique una y otra vez que si el Rey hubiera encargado a Mariano Rajoy formar gobierno él habría negociado punto por punto un programa con él, como ha hecho con los socialistas. Lo que, añade, está dispuesto a hacer también con el PP a partir de ahora, aunque preferiría que su interlocutor, y candidato, dejara de ser el actual presidente en funciones.

Esto es lo que más indigna a la cúpula del Gobierno y el PP, incluido Rajoy, quien no por casualidad se ausentó del hemiciclo mientras Rivera consumía su turno de orador antes de la votación del pasado viernes. Desde entonces, el presidente en funciones se ha referido a él como «el socio» de Sánchez y se ha esmerado en recalcar lo que le puede ocurrir al joven político cuando buena parte de sus votantes, los que provienen del semillero popular, reaccionen contra él por el apoyo prestado a los socialistas.

Hasta ahora, Rivera ha jugado muy bien sus cartas. Se ha dejado querer por la derecha mediática y empresarial y ha conseguido que los 40 escaños que obtuvo en diciembre, que teóricamente no valían para nada, le hayan colocado en el centro del escenario político. Sigue tendiendo la mano al PP, aunque sin Rajoy, y probablemente confía en que, en vez de quitarle votos del centro derecha, esta postura le sirva para conquistar aún muchos más.

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