Moción de censura

Sánchez lidera la primera moción de censura que expulsa a un presidente del Gobierno en democracia

Rajoy logra dejar en evidencia a Sánchez con su dialéctica pero no logra arrebatarle ningún apoyo

Votación de la moción de censura contra Rajoy en directo: sigue las última hora en ABC.es

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, este jueves desde la tribuna de oradores EFE
Ana I. Sánchez

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La cuarta moción de censura de la democracia ha arrancado este jueves con olor a histórica. Lo sería si lograba la mayoría absoluta necesaria para expulsar al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, de La Moncloa. Pero también en caso contrario, porque nunca antes un jefe del Ejecutivo había encajado una moción de censura que partía con el apoyo de la mayoría simple de la Cámara (más votos a favor que en contra).

Lo será finalmente por el primero de los supuestos, si el jefe del Gobierno no presenta su dimisión antes de que la moción se vote mañana en torno al mediodía. El voto a favor del PNV, aunque sin ganas, entrega al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, la victoria de la primera moción de censura que logra expulsar a un presidente del Gobierno en la historia de la democracia. Una muesca en la historia que no logró marcar Felipe González en 1980 cuando intentó derrocar a Adolfo Suárez. Tampoco el expresidente de Alianza Popular Antonio Hernández Mancha en 1987, cuando pretendió sacar a Felipe González de La Moncloa. Ni Pablo Iglesias el año pasado cuando se propuso como candidato a sustituir a Mariano Rajoy.

Pero lo logrará a manos del PNV, Podemos y los partidos independentistas -ERC, PDECat y Bildu- en medio de la crisis constitucional y territorial más grave de la historia de la democracia. Rajoy es el único que puede evitar ya este destino si acepta la oferta que le ha tendido Sánchez y presenta su dimisión. «Esta moción puede acabar aquí y ahora, si presenta su dimisión», le ha dicho el candidato varias veces a lo largo de la mañana.

Una oferta que Rajoy recibió la primera vez con perplejidad, y que provocó que la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, levantara por un momento la vista de su escritorio para escuchar con atención. Pero el cese del jefe del Ejecutivo colocaría al Gobierno popular, y a él mismo, en situación de «ejercicio de funciones», evitando la convocatoria de elecciones inmediatas. Obligaría al Rey a abrir una ronda de consultas entre todos los grupos parlamentarios para proponer a un candidato a presidente del Gobierno, que ya no sería del PP porque no tendría la mayoría . Rajoy salió elegido con la abstención del PSOE. Para que fura elegido un nuevo presidente del PP sería necesario que uno de los diputados del PSOE votara a su favor o toda la bancada socialista se abstuviera. Una hipótesis impensable. La mayoría parlamentaria la tiene ya el candidato socialista.

Rajoy no acudió al Congreso de los Diputados tras el receso del mediodía despertando todo tipo de rumores sobre su posible dimsión pero la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, compareció para descartar completamente esta opción subrayando y garantizando que el PP siga gobernando.

El nuevo gobierno que parece nacer lo hace vestido de incógnitas. La mayor, a cambio de qué precio Sánchez logra convertirse en presidente del Gobierno. Un coste que no ha querido desvelar durante el debate, por varias veces que se lo ha preguntado Rajoy. Ni lo ha revelado ni él, ni el diputado encargado de defender la moción, el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos . Sánchez intentó minimizar la gran incertidumbre que provocan sus compañeros de viaje reivindicando la vigencia de la Constitución, pero evitó marcar cualquier línea roja sobre su pacto con los independentistas. «Partimos de posiciones muy distantes», advirtió simplemente al portavoz de ERC, Joan Tardà.

Como eje de su política territorial aludió una y otra vez al compromiso de recuperar el diálogo con el nuevo presidente de la Generalitat. «Hay que bajar el pistón en la dialéctica de la confrontación territorial», dijo al portavoz del PDECat, Carles Campuzano. Y en un intento de enviar un mensaje tranquilizador insistió en que gobernará solo, con sus 84 diputados, y sin hacer gobiernos de coalición. Rajoy recordó sus apuros para gobernar con 134 diputados y le replicó. «¿Cómo piensa hacerlo?». Sánchez le contestó: «usted gobierna con siete partidos» .

Ésa es otra de las preguntas sin contestar que deja el debate parlamentario: cómo piensa Sánchez dirigir el país con un apoyo parlamentario tan pírrico. Y qué consecuencias va a tener eso para España. La sensación de vértigo se atisbó en los principales rostros de la bancada socialista cuando el portavoz del PNV, Aitor Esteban, pronosticó certeramente un nuevo gobierno «débil y complicado».

En un discurso que a ratos sonaba a despedida, el aún presidente del Gobierno advirtió una y otra vez sobre las consecuencias de una moción de censura que ha considerado «un frenazo brusco» impulsado de manera «atropellada» . «No tuvo en cuenta las difíciles circunstancias, no midió apoyos, la inoportunidad para la bien común», avisó el jefe del Ejecutivo, quien no evitó referencias a la subida de la prima de riesgo, la caída de la Bolsa española y el estado de prequiebra en el que el anterior gobierno socialista dejó el país.

Sánchez respondió culpando de las últimas turbulencias de los mercados a la crisis política italiana y centró la defensa de su iniciativa como «la solución constitucional a la crisis institucional». «Estamos dirimiendo qué es lo que esta Cámara está dispuesta a tolerar», defendió en alusión a la corrupción, e interpelando a todos los diputados para «demostrar que esta Cámara no es autista de la realidad y esto es una democracia fuerte».

Pese a la suma de una mayoría absoluta a favor de Sánchez, el debate ha servido para volver a poner de manifiesto la fortaleza del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en la oratoria parlamentaria. Una cualidad que le ha permitido desplazar del epicentro del debate el motivo inicial de la censura, la sentencia del caso Gürtel y la corrupción del PP. Lo regateó acusando tanto a Ábalos como a Sánchez de deformar la sentencia, «mentir» en sede parlamentaria sobre su contenido, recordando que la sentencia Gürtel se refiere a los hechos acontecidos en dos ayuntamientos. «Necesita inventar un dragón para convertirse en San Jorge» , resumió. El líder del PSOE, en una pura contradicción, acabó subrayando que no considera que el PP sea un partido corrupto sino que tiene «casos» de corrupción.

Rajoy logró así poner en evidencia al candidato , enfrentándole a su propia incapacidad para ganar elecciones, y también a la debilidad del gobierno que aspira a presidir. Salió claramente al ataque con su conocida retranca, pero no pudo evitar quedarse descolocado cuando Sánchez

El PNV, incómodo

Según avanzó la mañana, en el ambiente se fue imponiendo la sensación de que la suerte estaba echada y el PNV optaría finalmente por dar su apoyo a Pedro Sánchez. A primera hora de la tarde era Rajoy el que empezaba a perder aliados. El portavoz de UPN, socio electoral del PP, Íñigo Alli, reclamaba la convocatoria de elecciones generales y la portavoz de Coalición Canaria, Ana Oramas, cambiaba su voto en contra de la moción de censura por una abstención. Y es que muchos golpes que Rajoy pudo propinar a Sánchez, no tuvo en ningún momento capacidad para restarle apoyos al líder socialista. El rechazo a Rajoy sumaba en la izquierda y la bancada independentista más que cualquier otra consideración. Como dijo el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, «venían con la opinión formada».

El propio presidente lo vino a reconocer ya por la mañana. «Aquí de lo que se trata es de que Sánchez llegue y todo lo demás es literatura. Lo importante es que llegue sin pasar por las urnas. ¿El programa político a quien le importa? ¿Los Presupuestos? Hasta los del PP. Esto es realmente lo que está pasando. Llevo muchos años aquí. Sé cómo van las votaciones. Pero que en la mente de cada uno quede con claridad y que sean conscientes de lo que van a hacer», advirtió a todos los grupos parlamentarios.

En el PNV, el grupo que tenía en sus manos el futuro del Gobierno, su portavoz Aitor Esteban observaba el debate visiblemente incómodo, en su escaño mientras Rajoy ponía en evidencia la falta de palabra de Sánchez leyendo, una tras otra, afirmaciones textuales del secretario general del PSOE sobre su compromiso de no pactar nunca con Podemos ni los independentistas y pasar a hacerlo ahora sin despeinarse, «traicionando a su propio partido». Rajoy se enseñó una y otra vez con la «falta de legitimidad» de Sánchez para convertirse en presidente del Gobierno al no haber ganado ninguna de las elecciones generales a las que se ha presentado.

El candidato socialista , por su parte, centró su argumentación o en la defensa de su programa, de cuatro simples puntos basados en alcanzar consensos básicos (territorial, pensiones, macroeconómica, regeneración democrática), ni en su capacidad para ser presidente del Gobierno sino en el destino y la suerte de la democracia española, en peligro, ha dicho, por la inacción del PP ante la corrupción. Palabras grandilocuentes que ha rematado con la promesa de asumir y ejecutar los nuevos Presupuestos aprobados por el PP para asegurar «la gobernabilidad del país» y «respetar el acuerdo del Congreso».

Los abucheos que causó esta revelación en la bancada del PP se escucharon hasta en los pasillos. La ejecución de las nuevas cuentas, condición indispensable para que el PNV le entregue su apoyo, puso su propia fecha de caducidad. No en vano, mientras Sánchez anunciaba la asunción del Presupuesto popular, en la bancada de Podemos advertían que no con la cabeza.

Rajoy incidió después en la brecha: «se los van a comer (los Presupuestos) con patatas», pronosticó dirigiéndose al secretario general de la formación morada, Pablo Iglesias. El líder del PSOE fue quien terminó poniendo fin al cara a cara entre ambos asegurando que el debate ya no daba para más.

Sánchez lidera la primera moción de censura que expulsa a un presidente del Gobierno en democracia

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