Manuel Marín
Rajoy frente a la parálisis
El PP se debate entre mover ficha o esperar al fracaso definitivo de Pedro Sánchez en su intento de formar Gobierno. Mariano Rajoy es consciente de que la oferta de última hora que haga al PSOE para gobernar en minoría será puramente retórica porque la negativa socialista a abstenerse será eterna. La apuesta del PP sigue siendo la repetición de elecciones bajo la previsión de que Pablo Iglesias y Albert Rivera no se sacrificarán mutuamente para que el único beneficiado sea Pedro Sánchez . Sería absurdo, aunque el doble resquemor de Rajoy, basado en un ánimo compartido de expulsar a la derecha del poder y en la no repetición de los comicios por lo incierto del castigo que puedan recibir Podemos y Ciudadanos, continúa vigente en Génova.
Rajoy intentará convencer a Sánchez cuando perciba de modo definitivo que Iglesias no regalará nada a Rivera, y viceversa. Pero será en vano. La precampaña parece lanzada desde hace ya un mes, y el PP reorientará su estrategia con la mentalidad puesta en la abstención. Por un lado, en esos más de tres millones de votos perdidos respecto a 2011 que o bien engrosaron las filas abstencionistas por pura decepción con la indolencia del PP ante la corrupción y la defensa de principios clásicos del partido que quedaron relegados a un segundo plano, o bien se fugaron a Ciudadanos bajo la promesa de una regeneración del voto conservador disfrazado de un bienintencionado centrismo.
La abstención será determinante si se repiten las elecciones. Ciento dos días de incertidumbre, bloqueo, vetos y malabares mediáticos sobre negociaciones vacías en busca de meras campañas de imagen son suficientes. Y el hipotético 26-J ofrecerá un cierto voto de castigo que, según los cálculos del PP, no tiene por qué perjudicarle. Muy al contrario, la soberbia demostrada por Podemos en su trato al PSOE y la decidida inclinación de Rivera hacia Sánchez con más de un millón y medio de votantes provenientes del PP, aventuran que esas dos formaciones sufrirán una merma en su representatividad porque la «nueva política» está demostrando ser tan insolvente, e incluso más artificial, que la tradicional.
La baza de Rajoy pasa ya por cubrir el expediente hasta el 2 de mayo y presentarse como víctima de un veto injusto a manos de un arco parlamentario obsesionado con una versión excluyente de la política. Para el PSOE, Podemos y Ciudadanos, lo relevante es mantener intacto el liderazgo de sus cabezas de lista, y no la recuperación anímica de España con un Gobierno mestizo. Hasta hoy, el dato objetivo es que ni Sánchez, ni Iglesias ni Rivera han cedido para dar la presidencia al PSOE. El buenismo de los gestos en público nada se compadece con la terquedad de las decisiones en privado. A Rajoy solo le resta tratar de revalorizarse sobre la base de un fracaso colectivo de los demás. Difícil. Pero tiene una ventaja: ya se sabe que la «nueva política» adolece de los mismos vicios que la vieja, y pierde credibilidad a chorros. Por eso no apelará al voto del miedo, sino al voto del escarmiento frente a la parálisis que de facto ofrecen los demás partidos.