Quince minutos de gloria

Testigos independentistas rivalizan en exagerar la actuación policial para ganar puntos ante unos vecinos que los están viendo por la televisión

Uno de los testigos del juicio en la jornada de ayer EP
Pedro García Cuartango

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Ya lo dijo Andy Warhol de forma profética: «todos tendrán derecho en el futuro a 15 minutos de gloria». Esto es lo que estamos viendo estos días en el Supremo cuando los testigos de las defensas disfrutan de esos minutos de gloria cuando son citados por la secretaria judicial, entran en el Salón de Plenos y se sientan frente al tribunal.

Todos saben que sus familares, los vecinos de su pueblo y los compañeros de trabajo están en ese momento ante la pantalla del televisor, pendientes de lo que vayan a contestar a los abogados y las acusaciones.

Y todos son muy conscientes de que están allí para enfatizar la brutalidad policial y el pacifismo de los que acudieron a votar. También tienen presente que ganarán muchos puntos si previamente manifiestan que se ven obligados a responder a las preguntas de la acusación popular por imperativo legal.

Tras cumplir el ritual de confirmar que vieron a unos guardias civiles agrediendo con sus porras a una anciana inválida en una silla de ruedas y que habían ido a llevar churros al colegio electoral , piden permiso para quedarse en la sala para no perderse el espectáculo. Y luego se hacen unas fotos con su móvil frente a la fachada del Supremo para enseñarselas a sus nietos.

De discutible utilidad va a ser para el tribunal lo que dicen estos testigos, pero no hay duda de que su desfile ha servido para demostrar la variada tipología humana que hay en el independentismo catalán . Uno de los personajes más curiosos fue un policía nacional jubilado, que, con un lazo amarillo en la solapa, se explayó sobre la violencia de sus antiguos compañeros.

Otra de las conclusiones que se puede extraer de estos testimonios es la variedad de usos culinarios y la afición a la gastronomía que hay en Cataluña porque todos fueron a los colegios a comer o a cocinar. Hubo paellas, chocolatadas, campeonatos de butifarras, concursos de tartas y todo ello, amenizado con la oportunidad de votar en el día más emocionante de su vida, como dijo un señor mayor.

Ya decía Guy Débord en Mayo del 68 que la sociedad contemporánea se caracteriza por una producción incesante de espectáculos. La representación ha desplazado a lo real y la ficción ha ocupado el puesto de la política. En esto, el independentismo catalán ha alcanzado un alto grado de maestría. Nadie les supera a la hora de fabricar un relato. Llevamos tres meses de espectáculo en el Supremo y todavía queda tiempo para que algunos disfruten de sus 15 minutos de gloria.

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